Vaca Muerta, la gigantesca formación de hidrocarburos no convencionales de Argentina, se ha convertido en pocos meses en una especie de ‘parque jurásico‘ petrolero que promete cambiar radicalmente el desértico paisaje local y el futuro energético del país.
Vaca Muerta, que en total abarca 30.000 kilómetros cuadrados -casi el tamaño de Bélgica-, se extiende por cuatro provincias: aunque su centro es Neuquén, también comprende a Mendoza, La Pampa y Río Negro. La gigante formación de hidrocarburos irrumpió en el escenario internacional en mayo de 2011 cuando YPF, entonces bajo control de la española Repsol, anunció resultados exitosos en la fase de exploración de Vaca Muerta.
Actualmente, una quincena de petroleras tiene derechos de explotación en esta formación, pero YPF, con concesiones sobre
12.450 kilómetros cuadrados, lleva la delantera en la producción de petróleo de esquistos bituminosos y en las primeras experiencias en marcha para extraer gas no convencional.
En Neuquén, los primeros signos de transformación ya comienzan a palparse en el área Loma La Lata Norte-Loma Campana, punta de lanza para el desarrollo del petróleo de esquisto en Vaca Muerta. Allí, la petrolera YPF, bajo control del Estado argentino tras la expropiación del 51 por ciento de las acciones a Repsol, explota 90 pozos y espera sumar otros tantos para finales de año.
‘Hace un año aquí no había nada‘, explica el gerente de Negocios No Convencionales de YPF, Pablo Iuliano, en un vuelo en con periodistas sobre el área de 300 kilómetros cuadrados donde en una década la petrolera planea perforar 2.000 pozos, con una inversión de 15.000 millones de dólares.
Es un proyecto ambicioso al que la mayor productora de hidrocarburos argentina espera sumar en breve a la estadounidense Chevron, con una inversión inicial de 1.500 millones de dólares. Unos 1.300 técnicos y operarios trabajan a diario en este área, para extraer crudo de la roca madre, a unos 3.300 metros de profundidad, donde están los estratos de Vaca Muerta, formados hace 130 millones de años, en el jurásico superior, cuando las aguas del Pacifico dejaron sus sedimentos ricos en materia orgánica.
Aquí ya no reinan los grandes saurios -aunque cada tanto se encuentran restos fósiles- sino los ‘viejos‘, como se llaman entre si los propios técnicos petroleros por sus rostros curtidos por el viento y el frío de la zona.
Tanto la capital provincial, Neuquén, a unos 90 kilómetros de los pozos, como el cercano pueblo de Añelo, de unos 6.000 habitantes, viven una explosión comercial y de construcción gracias a la ‘leche‘ de esta Vaca Muerta.
Pero esta actividad, que promete incrementarse en los próximos años, no sólo constituye un milagro económico para los locales. Representa, sobre todo, la gran esperanza de Argentina para revertir su déficit energético, por el que este año se verá obligada a importar hidrocarburos por 13.000 millones de dólares.
Según Iuliano, con el desarrollo completo del área Loma La Lata Norte-Loma Campana y de otra similar a ésta Argentina podría lograr el auto-abastecimiento ‘y tendría incluso un saldo para exportar‘.
De acuerdo a informes del Departamento de Energía de EEUU, sólo el potencial de crudo no convencional técnicamente
recuperable de Argentina es de 27.000 millones de barriles, lo que le ubicaría como cuarto país en el mundo con más recursos de este tipo. El potencial de gas no convencional es de 802 trillones de pies cúbicos, lo que posiciona a Argentina segunda en el mapa mundial del gas de esquisto.
Eso multiplica en forma exponencial los recursos del país, una riqueza que para ser desenterrada, según el cálculo de los expertos, demandará la friolera de 250.000 millones de dólares en inversiones y varios años de trabajo.