Un viaje al pasado. Es la primera impresión que se tiene al llegar a Chucuma, una localidad que está a 56 kilómetros de San Agustín de Valle Fértil y a 180 kilómetros de Capital. Restos de un pueblo que existió hace un siglo al costado del río, petroglifos al pie del cerro, morteros, trapiches y conanas (utensilios usados por los aborígenes para moler oro y trigo) diseminados por toda la zona y un cementerio abandonado que tiene más de 200 años forman parte del paisaje. Todo esto, potencial atractivo turístico, llevó a algunos habitantes de la zona a movilizarse para que Chucuma se conozca.
El lugar tiene magia hasta en su nombre. Chucuma, una palabra de origen quechua, significa "temblor de cabeza". Hace referencia al estado que alcanzaban los aborígenes de la zona después de beber un preparado que hacían con el fruto del algarrobo y cactus que dejaban fermentar.
Quien llega hasta el lugar, no puede dejar de conocer los trapiches o marayes (piedra movida por el agua). Estas enormes moles de piedra se encuentran ni bien se ingresa al pueblo. Sin embargo una de las cosas más impactante son los vestigios del viejo pueblo que estaba al Sur del río Chucuma y que se trasladó a su ubicación actual en los ’60. El cambio sucedió porque construyeron la ruta y llevaron agua y electricidad. Los lugareños dicen que la antigua Chucuma se llamaba Chuquisara.
El cementerio "viejo", más conocido como la "Cuesta de la Junta", está a 2 kilómetros del pueblo viejo. Allí todavía se pueden ver tumbas y mausoleos que datan del 1800. En el lugar ya no entierran a nadie porque sólo se puede acceder caminando entre los cerros.