Cual película de ciencia ficción observé por la ventana desde la madrugada las intensas y copiosas lluvias que caían sobre Buenos Aires, que la convirtieron en una ciudad sumergida en apenas un par de horas. Asombrada por la magnitud de la tormenta, y las imágenes transmitidas por distintos canales de televisión decidí revisar la casa -el agua brotó de todos lados-, chequear que el auto que guardo en el estacionamiento de la vuelta no estuviera flotando, y aprovechar que no me habían cortado la luz aún para escribir estas líneas.
Vivo en una de las zonas más afectadas, entre Saavedra y Núñez, donde el escenario es sumamente desalentador. Por suerte, como estoy a un piso de altura, las posibilidades de que me entre agua -por lo menos por debajo de la puerta de ingreso- son mínimas, aunque a tres cuadras hay vecinos hacinados en la planta alta de sus viviendas porque la baja es literalmente un río.
A media mañana, cuando se había detenido un poco el temporal, pude revisar el automóvil que estaba a salvo, pero en el radio de una cuadra y media alrededor de mi domicilio la gente se amontonó en las calles desesperada: vidrieras que explotaron por la presión del agua, persianas metálicas dobladas, puertas y portones de ingreso de casas y edificios desencajadas; autos chocados, encimados, porque los había arrastrado la corriente que alcanzó los dos metros.
Sigue lloviendo mientras escribo y no puedo evitar angustiarme mientras pienso cómo seguirá todo y escucho sin cesar las sirenas de las ambulancias y camiones de emergencia; muchos vecinos no tienen energía eléctrica desde hace más de 10 horas, otros siguen luchando con sus secadores, casi sin sentido, para que no siga entrando agua en sus viviendas, el camión municipal intenta extraer con sus bombas el caudal acumulado. Un desastre.
El frente del jardín de infantes de mi hijo, a una cuadra y media, reventó también y no quiero imaginar todo lo que se habrá perdido. Por supuesto por la calle no se puede transitar porque hay riesgo de electrocución. Aún las compañías de servicio de luz no pueden cuantificar el daño del cableado por las inundaciones, por lo que están cortando el suministro preventivamente.
Dicen que es un fenómeno inusual en la ciudad, pero lo cierto es que los porteños estamos viviendo con frecuencia la caída de más de 100 milímetros de lluvia en pocas horas; decididamente habrá que establecer un plan de contingencias para este fenómeno climático que da la impresión se quedará para siempre entre nosotros y que inesperadamente está afectando a zonas que antes no se inundaban.
Las pérdidas materiales y los destrozos rozan lo incalculable.

