En medio de cerros polvorientos, de rocas sueltas y llanuras desérticas, hay pequeños manchones verdes, que se notan como oasis en la inmensidad del paisaje de la precordillera iglesiana. Son arboledas donde bajo su sombra hay casas hechas de adobe, palos y cañas. Las rodean plantaciones de verduras, corrales con cabras, ovejas, vacas, cerdos y gallinas, además de un pozo de agua que hay en la escuela. Con todos esos recursos, los casi 50 pobladores de Malimán, en Iglesia, se autoabastecen y de esa forma sus habitantes le dan vida al pueblo. Ellos aspiran a que el gobierno promocione el turismo en esa zona para impulsar la economía y evitar la emigración de los jóvenes.
Malimán está a 230 kilómetros al norte de la capital sanjuanina y a 30 de Rodeo, el centro neurálgico en lo político, comercial y turístico del departamento.
El nacimiento de ese pueblo estuvo ligado a la minería, a principios del siglo XX, con las minas de "El Salado" y "El Fierro", donde se explotó oro, plata y plomo durante unos 7 años, por parte de empresas británicas, según contaron algunos pobladores que conocieron la historia por el relato de sus abuelos, ya fallecidos.
Una vez que terminó la explotación minera, el pueblo tomó un perfil agrícola y ganadero. De ahí en más, las familias que se afincaron en la zona fueron los Poblete, Paredes, Espejo y en menor medida los Marinero. La crianza de chivos, ovejas y vacas es desde entonces la preferida. De esos animales se aprovecha todo: carne, lana, cuero y leche. Mientras que la siembra de maíz, cebolla, zapallos, membrillos, ciruelas y peras genera algunos de los productos que mejor se dan, según contó Carlos Paredes, un poblador de 56 años que se dedica a esas tareas.
En la actualidad, al pueblo, pese a su autoabastecimiento de alimentos, le faltan servicios para desarrollarse, como un camino en mejor estado, porque es de tierra y rocas sueltas; también una promoción turística, para poder vender dulces caseros, artesanías y comidas como chivitos, contó a modo de ejemplo Carlos.