Señor director:
"Gracias, ya podés irte", le dijimos "en joda", al Jacinto Laciar. Somos de sus amigos, los únicos que le tomamos los caseritos que se manda, allá por las Sierras Azules. Sobre todo el blanco. Él se ríe, siempre se está riendo, mientras coloca sus vinos en la mesa. Del horno salen las empanadas, doradas de arriba y quemaditas de abajo, pero riquísimas. Las ha preparado el "Lucho" Salcedo, en su casa de campo. "Comete todo, que la parte al carbón es buena pa’ la panza", dice uno con aires de doctor.
El caso es que nos habíamos juntado "los decanos" de la "Esquina Colorada", para festejar el campeonato ganado por Del Bono.
Un "tomaticán", especialidad que no comía desde niño, y unas lentejas a la salteña, servidas en zapallo inglés, humeaban frente a mí, cuando comenzamos a desgranar las anécdotas. No podía creer cuando escuché que teníamos una treintena de socios activos. "Así es, dijo "el Lucho", el presidente, y ahora no somos muchos más".
"Propongo, dijo el Jacinto, que de aquí, que somos once, salgan nuevos socios del club". La moción fue aceptada hasta con aplausos y se le vino a la cabeza un recuerdo al Guido González.
"Fue por los años setenta, cuando en una reunión parecida a ésta, los muchachos del "Escovi" (Esquina Colorada Viernes), resolvimos hacer un asado para juntarle fondos al club. Llovió mucho ese día y el asado lo tuvimos que hacer en el camarín del fondo. El humo hacía irrespirable el lugar, y había que tomar aire desde la casa del Wilson más o menos, y meternos rápidamente para dar vuelta las costillas. Pero nos fue bien e hicimos otras fiestas y recaudamos buena plata. Compramos ladrillos, bloques y mosaicos, que apilamos en el club. Con el tiempo notamos que algunos se fueron perdiendo, pero no nuestras ganas de hacer cosas".
Sin querer, tal vez, el Guido nos estaba agarrando de la mano, para llevarnos por el camino de la historia de nuestro club, que está en el ombligo del barrio.
La historia simple y esforzada de un equipo chico, que no sabe lo que es tener un tío rico que te allane el camino, sino de los obstáculos, de la miseria de no tener a veces para pagar la luz, o de comprar una pelota para la sexta, o de los árbitros que te tiran en contra. Todo es cuesta arriba.
Por eso, los campeonatos se celebran a lo macho, llorando, besando la camiseta, subidos a un camión cualquiera, como lo vieron al "Presi" y los suyos, el día que volvieron de Rodeo con el título.
Esa historia, nos dice que el Jacinto tiene razón. Nos haremos socios para un block más, para otro escalón, donde pueda volcar su pasión lo más maravilloso que tenemos, que es la hinchada.
¡Qué me van a hablar de amor!