
Recordar el "Día del Maestro" de en mi época de primaria, hoy suena a chiste. El motivo es porque la educación actual está en una profunda crisis, porque eliminan presupuesto, porque idiotizan al niño con ideologías político-partidistas, adoctrinan la inocencia de la niñez, proyectando resentimientos en las nuevas generaciones, con grietas en donde el color rojo es la intención.
Es por eso que quiero contarles a los lectores que allá por el año 1955, empecé a transitar mi niñez de guardapolvo, o más bien dicho, el camino hacia mi futuro. Celebramos, sobre todo los sanjuaninos, el Día del Maestro, en recordación al paso a la inmortalidad de Domingo Faustino Sarmiento. También ese día, es el día de Maestro, de todos los maestros argentinos.
Cuando yo concurría a la escuela primaria, el 11 de septiembre, era una fecha más que importante. La señorita maestra nos enseñaba a ser un poquito Sarmiento y cada día saber más. Para mí ese día, era el día de mi señorita, y como uno la quería, llevarle un ramo de flores, era lo menos que podía hacer, pues ella se lo merecía.
Estando el 2º grado de la escuela Leandro N. Alem, mi maestra era la señorita Rosa Elena B. de Bolaños. Llegó el día del maestro y yo en mi inocencia de niño le pedí a mi madre flores para mi señorita. Estimo que por razones económicas ese año no hubo ramos de flores, que siempre se multiplicaban por cuatro (los cuatro hermanos Mazuelos íbamos a la misma escuela). Sin pedir explicaciones, sólo atiné a llorar, y mi sufrida madre tuvo que recurrir a su imaginación para solucionar terrible drama. Fue así que visitó el jardín de casa y cosechó unas calas que allí habitaban y me armó un bellísimo ramo con muchas flores, que las adornó con un helecho plumoso y atado con una gruesa cinta de raso blanco, en la cual adjuntó una tarjeta que decía: "A mi señorita, Leopoldo".
Más que orgulloso me fui con mis calas, ramo muy blanco, para regalárselo a mi señorita. Para mí, ella era Sarmiento, era ese día, el día que se recuerda a Domingo Faustino Sarmiento, aquel que dijo que "un pueblo es grande cuando todos los niños van a la escuela", y yo iba a la escuela y me sentía grande, porque ya sabía leer, escribir y sumar y más grande e importante cuando con una sonrisa, mi señorita me dijo; "¡gracias!", y de paso me ligué un beso.
Recordamos a Sarmiento porque todavía hay maestros, que con su vocación de enseñar, hacen al país con el cual soñara Don Domingo.
Por Leopoldo Mazuelos Corts
DNI 5.543.908
Ex Director de Instituciones Intermedias M de DH 28-9-1955
