San Juan Bautista predicando en el desierto.


Ayer, 24 de junio, celebramos la fiesta de San Juan Bautista. Un patrono poco conocido. Cuando abrimos los evangelios, "corazón de la Sagrada Escritura", abren sus narraciones presentando al Bautista como un "personaje gozne": es el último actor sagrado del Antiguo Testamento y al mismo tiempo es quien abre el Nuevo. Muchos aspectos podríamos desentrañar de este rico personaje. En estas líneas sólo diremos algo del Bautista como "precursor del Señor". Los evangelios lo presentan como aquel que antecede a la manifestación pública de Jesús preparando al pueblo espiritualmente. Se lo describe como un predicador solitario, vestido de manera sobria en el ámbito del desierto de Judea, invitando a recibir un baño de purificación para el perdón de los pecados. Su predicación se mueve en torno a dos ejes: la auténtica conversión interior y la llegada inminente del Reino de los Cielos en la persona de Jesús. Ese personaje misterioso que grita en el desierto es la voz que advierte la llegada de Jesús. ¿Por qué vive y predica en el desierto? La expresión "desierto" tiene una doble connotación: a) geográficamente el Bautista habría habitado en la zona del valle inferior del río Jordán, cerca de Jericó, en la desembocadura del Mar Muerto; b) simbólicamente: el desierto siempre fue para Israel el lugar del encuentro con Dios: la liberación de Egipto hacia la tierra prometida se da caminado por el desierto, Elías se fue cuarenta días al desierto para ver dónde pasaba la presencia de Dios, en las antiguas profecías de Oseas le habla a Israel diciendo: "los llevaré al desierto y les hablaré al corazón" (Oseas 2:16). El Bautista al esperar la aparición de Jesús en el desierto se ubica en la misma línea de los profetas y de la llamada apocalíptica judía esperando la manifestación de Dios. El desierto, dicen los rabinos judíos, es el lugar de la Palabra. El bautista se alimentaba de "miel silvestre", la producían las abejas en los huecos de los árboles y en las hendiduras de las piedras. Las "langostas" eran asadas al fuego o cocidas con agua y sal. Vestido con una "piel de camello y un cinturón de cuero en sus lomos". Este modo de vestir recuerda al profeta Elías mencionado en el libro de los Reyes (1,8). Que al celebrar la fiesta de nuestro patrono, el Bautista nos enseña un camino de esperanza, humildad, sobriedad y reencuentro sincero de nuestro corazón con Jesús y los hermanos.



Por el P. Fabricio Pons
Párroco de Santa Bárbara de Pocito