Carlos Gardel


Imposible tarea la de divorciar los cafés, cabarets y lugares de tango de principios del siglo XX, con la existencia de payadores, primero, cantores, después, guapos y compadritos. El tango "Al cantor de Buenos Aires", con letra de Enrique Cadícamo y dedicado a Carlos Gardel, descorcha el nombre de varios de estos ases del baile y del cuchillo. "Dónde estarán Traverso, el Cordobés y el Noy, el pardo Augusto, Flores y el Morocho Aldao", dice el tango. Procuramos ubicar algunos de estos hombres que la letra de los tangos ha inmortalizado. En el guapo predominaba el culto al coraje y en el compadrito, al baile, el "minaje" y la caña. El compadrito acariciaba las baldosas, la tierra o el ladrillo, o sacándole "viruta" al piso, si era de madera. Pero el guapo rompía el empedrado al caminar. Podía llevar alpargatas o taco militar, como el compadrito. En ambos casos, exhibían su orgullo, pero al compadrito le gustaba lucirse al taconear. El arrabalero era un laburante barrial, distinto al malevo, que es otro asunto. Era el abasto un barrio de laburantes, donde talló la figura del inmortal. Mundo de fondas, fondines, bares, boliches y prostíbulos. Lugar de reunión de gentes, venidos con sus carromatos a ofrecer sus mercancías en el gran mercado. Uno de los cafés era el Rondeman, propiedad de los hermanos Traverso, que se hicieron famosos y donde el zorzal criollo hizo sus primeras armas como cantor. Allí, una vez que lo escuchó el gran Betinotti, se acercó para decirle "con vos, se terminaron los payadores". Los hermanos Traverso eran Yiyo, Costanzo, Cielito y Félix. Cielito, en un recordado duelo a cuchillo, fue quien mató a Juan Carlos Argerich, conocido como "Vidalita" en "El Tambito", otro lugar de juntada tanguera, y al que ya hicimos mención en otra nota. Fue el 2 de diciembre de 1901, cuando el "niño bien", Juan Carlos Argerich, quiso obligar a los músicos a ejecutar el tango "La Tirana". Como estos se negaron, apareció Cielito, quien salió entonces en defensa de los instrumentistas. Bastó eso para que ambos sacaran sus armas, y terminó la contienda con el puñal de Cielito clavado en Vidalita. Muerto su contrincante, Cielito fue encarcelado, pero 2 años más tarde recuperó la libertad y fue desterrado al Uruguay. Otro guapo citado en la letra, es el "Noy", que también tuvo su duelo a cuchillo, con un tal Pereyra, hacia 1922. Un verso de Cadícamo, dedicado a la esquina de Suárez y Necochea, ubica al Noy y Cielito, desafiando guapos por La Boca: "Llegaban de otros barrios, visitas importunas, de Villa Crespo El Títere, guapo de corralones, del Mercado del Abasto Cielito, el Noy, Osuna, y desde La Ensenada caía el "Tano Barone". Eran tiempos de glicinas, emparrados y malvones. Rendimos culto "Al cantor de Buenos Aires" y aquellos guapos del 900.


Por Orlando Navarro
Periodista