Señor director:

Unos canasteros ambulantes, fruteros de huertería, invadían caminos viejos y estaciones de trenes renuentes para transportar primores a la ciudad de los campanarios o al puerto de aguas tranquilas. Cuando tan solo el tren de los valles pasaba para llevar o traer carga y pasajeros con comodidad y costo bajo. Donde el canasto debajo del asiento no alteraba al conductor. Ya sale el tren...

Millán Rivera, vecino de la Calle Nueva en Diaguitas (Elqui) hasta la primera mitad del siglo pasado repetía parte de los versos - obra de un vendedor de carnes que no sabia leer ni escribir - sobre el desafío del Río Elqui a los constructores del primer ferrocarril al valle : - "¡Vengo muy apresurado/ -dijo el río en su carrera- desocupad la ribera / que me habéis usurpado! / Mucho tendrán que recordar,/ precioso año 1888,/ con mis aguas caudalosas / he llegado hasta el mar./ No me podrán sujetar / aunque me pongan barreras; / trabajen de mil maneras. / Pueden mandarse a cambiar: / ¡Desocupad mi ribera!".

En 1943 - año en que el tango de Luis Ruberstein era interpretado por Jorge Ortiz y Miguel Caló con su orquesta - un vecino vicuñense, El Negro Cantor (ya fallecido) lo entonaba en la lonja ribereña. Así, una bendición. ¿Quién no se emociona con la noviecita enferma? El tren elquino -Locomotora 211- ya no pasaba por el pedregal.

Pero, habíamos quedado con comerciantes de fruta fresca y propietarios de huertos pequeños en su aventura de comercializar los productos tanto en La Serena, Coquimbo u otros lugares.

Los mayoristas contrataban un "carro" y los vecinos un "canasto" de mimbre hecho en Pelícana de forma rectangular y con capacidad para 20 kilos- escondido bajo el asiento , ahora con la Diesel hasta el cierre del ramal en 1972. - ¡Todos los Boletos, por favor! Recordaba el Conductor mirando de reojo. Silencio. Y. ni siquiera los primores olían o crujía la cestería. ¡Qué tiempos de tren y canastos!