Señor director:
("Ángel de la guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, si tú me desamparas, que será de mí, Ángel de la guarda, ruega a Dios por mi”). Esta es una milenaria oración enseñada de madre a hijo.
Quisiera compartir con los lectores de DIARIO DE CUYO una historia que por real, me hace pensar que es el equilibrio al mal trato y abandono de los abuelos. Los llamo "Ángeles siglo XXI”, porque Dios nunca nos abandona. Y, es ahí donde estos seres humanos, con luz propia, los "Acompañantes Terapéuticos” vienen a reemplazar al ángel que todos tenemos, sobre todo en las malas. Y, que muchos hijos no quieren ver, colocando a los abuelos en lúgubres "casa de reposos”, o fríos "geriátricos”.
Él se llama Pablo, el abuelo es "don Guardia”. Todos los días pasan por la puerta de mi casa. Pablo lo lleva de la mano, y él le da la mano, no sé si se trasmiten energías o son el complemento de la perfecta simbiosis. Pablo le da la seguridad a sus pasos que los años le fue quitando de a poco, para caminar seguro junto a los años jóvenes de su custodio, que se adapta a la lentitud de los años viejos de Don Guardia.
El abuelo mira las baldosas porque ya conoce el paso de sus paseos, o simplemente le pesan los años, que sólo distrae su mirada cuando debe contestar un saludo.
El abuelo recita unos versos con palabras esdrújulas, acentuando la antepenúltima sílaba, y Pablo en silencio los escucha, aunque a esos versos los escucho más de mil veces, respetando su memoria y entendiendo su enfermedad.
Pablo se adapta a los años viejos, el abuelo lo toma del hombro, como dos amigos que se quieren poniéndole la mano sobre su hombro para darse un descanso a su paseo y hacer eterna la compañía, y Pablo decide la ruta y espera más firme que nunca, porque su acompañante lo seguirá, pues es feliz se sabe cuidado y se sabe querido, aunque los silencios sean sus más largas charlas.
Pablo camina sembrando futuro, y el abuelo descuenta sus días. Pero los dos viven el presente, un presente que las fuerzas de sus manos hacen que la realidad se haga trizas, porque el ser viejo, el ser abuelo, la comprensión y el cariño cuesta que se conjuguen.
Los "Acompañantes Terapéuticos”, son los Ángeles siglo XXI, que puesto y mandados a estudiar por Dios, llegaron para equilibrar la balanza hacia el lado de los afectos.
Todos los días Pablo y Don Guardia pasan por la puerta de mi casa, cuando no pasen más a alguno voy a extrañar o entenderé que uno subió al cielo y el otro quedo en la tierra para darle la mano, su mano joven a un anciano y darle felicidad.
