
Suelo escuchar a veces la canción "Morir al lado de mi amor”, de Demis Roussos, que fuera un gran éxito en la década del 70. "Para cruzar el umbral, solo quiero tu mirar, con tu perfume alrededor, morir al lado de mi amor”, dice en uno de sus versos. Al lado de quién quiero morir, debe ser el más sublime de los anhelos del ser humano. Cuando se ilumina el entendimiento, simplemente porque después no hay nada. Es, inexorablemente, el final y uno quiere estar con esa, o esas, personas, nadie más. Por eso, resulta angustiante el final de los seres que están partiendo por causa del covid. Lo hacen en total soledad. Sus seres queridos solo pueden asistir a ese momento de modo virtual, sin contacto físico, ni voz, ni aliento, nada que pueda aliviar esa inaudita despedida. Las manos se estrujan sobre si, sin posibilidad de tomar la de quien aman y se está yendo. Resulta desbastador para cualquiera. Sin embargo, hay una luz. Un lugar para el confortamiento. Al parecer, esa persona que muere en soledad, no estaría sola. Una investigación con personas moribundas, reveló al doctor Christopher Kerr, autor del libro "La muerte no es más que un sueño: encontrar esperanza y significado al final de la vida”,que esos pacientes terminales viven extrañas situaciones. Algo que las más experimentadas enfermeras ya sabían, lo movió a agudizar sus estudios tratando de desentrañar de qué se trataba esa experiencia conmovedora. Hasta ese entonces, los médicos en general consideraban que eran simplemente alucinaciones, provenientes del uso de fármacos, pero hubo cierta vez una paciente que empezó a mover los brazos como si meciera un bebé, arrullando un hijo que, se supo, había muerto en su infancia, varios años atrás. La paz, el sosiego y la alegría que notó en ella, le hizo pensar que estos seres reciben en esos instantes finales, la visita de seres queridos ya fallecidos, e incluso de sus mascotas, según se reveló luego en otros pacientes. Durante más de diez años observó estos fenómenos y llegó a la conclusión que en el 80% de los casos, tuvieron experiencias al final de sus vidas que eran algo más que sueños extraños. Concluyó "que se trataba de relaciones resucitadas, amor revivido y perdón logrado. A menudo traen consuelo y apoyo, paz y aceptación”. Conocer esta realidad, puede ayudar a los seres afligidos por no poder despedirse, a afrontar ese tremendo dolor con una perspectiva más esperanzadora.
Por Orlando Navarro
Periodista