En Libertad, al Oeste de la provincia de Buenos Aires, vivía Hugo Guidiño, que ese mediodía esperaba a su gran amigo, Ernesto Villavicencio, para almorzar. El famoso guitarrista viajó con su familia desde Once, en tren hasta Morón y desde ahí a Libertad en micro. Se conocían de mucho tiempo atrás, y habían compartido varios trabajos. Guidiño, que era oriundo de Villa Mercedes, San Luis, lo esperaba con fideos caseros, pan casero, vino casero, en fin, todo hecho en casa, como para homenajear la amistad largamente cultivada con el gran guitarrista y compositor sanjuanino.


La velada, según me cuenta su hijo Ernestito, también guitarrero y cantor, no se podía extender demasiado, pues Villavicencio actuaba esa noche, como todas las noches, en el legendario "Viejo Almacén'', en San Telmo. Los esperaban tres horas de viaje, y al momento de la despedida, la emoción era muy grande. Guidiño comprendía, pero no quería que su amigo se fuera. Y trató de prolongar la despedida lo más que pudo, pero Villavicencio, también embargado por la emoción, no tenía más remedio que marchar. Y en el tren de vuelta comenzó a improvisar estos versos: "Me voy Guidiño me voy, y mi corazón se quiere quedar. A compartir con usted la mesa y el pan que usted me brindó. Su vino tiene un sabor que no olvidaré, le juro que no. Me voy Guidiño me voy, y al decir adiós me quiero morir''. Así fue como Ernesto Villavicencio escribió los primeros bosquejos de lo que sería su inmortal tonada "Cuando el corazón se quiere quedar'', una de la más emblemática del folclore cuyano. Justamente el domingo de la semana anterior, los sanjuaninos tuvimos la gran satisfacción de escucharla y verla en el programa "La peña de Morfi'', de Gerardo Rozín, cantada por el "Chaqueño'' Palavecino, en lo que resultó una rareza, pues es difícil escuchar música cuyana en programas porteños. La tonada de Villavicencio lo logró.


Me cuenta Ernestito, que su padre trabajaba en el "Viejo Almacén'', y figuraba "en blanco'', es decir incorporado a los libros de sueldos del local tanguero, que Edmundo Rivero inauguró en la esquina de Balcarce e Independencia, en el mítico barrio de San Telmo. Allí acompañaba la voz de Rivero, formando un conjunto compuesto por un guitarrón y cuatro guitarras. "Él le hacía la octava a Roberto Grela, que era la primera guitarra''. Cierta vez que Grela se rompió el fémur, Rivero le propuso que ocupara su lugar y así lo hizo por un tiempo. "Había un show principal - me cuenta -, en el que sabía actuar también el Sexteto Mayor y luego de este compromiso, se podía armar un show complementario si llegaba, por ejemplo, algún contingente de turistas. Pero eso era un pago adicional que recibía mi viejo''.


Resultó que después le mostró los versos a Oscar Valles, el inolvidable integrante de los "Quilla Huasi'', y lo convenció que los convirtiera en una canción dedicada al amor. Es así como se acomodó la versión finalmente conocida por el público: "Me voy amor ya me voy, y mi corazón se quiere quedar. No sé si vuelva después, o acaso otra vez la vuelva a encontrar. Mi bien yo quiero también, estar con usted y hoy debo partir. Me voy, amor ya me voy, y al decir adiós me siento morirá''. Agradecido Ernestito. Cada canción tiene y una historia, y conocer de primera mano cómo nació esta hermosa tonada, no quedará en el olvido.


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La estampa del "Negro'' Ernesto Villavicencio, el tonadero mayor de Cuyo y una anécdota para la historia.