Es imposible en la actualidad trabajar en educación sin tener en cuenta las nuevas tecnologías. Costó mucho adaptar contenidos y elaborar estrategias didácticas para utilizarlas en el quehacer diario. Pero podemos decir que lo estamos logrando. La demora se pagó cara. La revolución tecnológica tiene una velocidad increíble y cada minuto que se pierde vale dinero, muchos más en el ámbito educativo que significa inversión.
En un principio, como cerebros primarios que no aceptan cambio alguno, fundamentábamos a los gritos que era imposible introducir Internet a las aulas, porque los chicos se distraen. Pero, la verdad era, que no sabíamos manejar esto de las redes, ni las herramientas de exposiciones, ni el modo de elaboración de simples notas.
A los adultos la realidad nos golpea fuerte en la cara. Los jóvenes tienen la plasticidad de haber nacido en un momento histórico, donde esto es parte de sus vidas. Hoy, por la necesidad de comunicarnos, la cantidad de profesores sin un celular en su bolsillo casi es nula.
Paradójicamente, lo que el mercado te impone como vital, que no lo es tanto, se llama "consumismo". Ingresó mucho más ágilmente a las aulas que el provechoso conocimiento del manejo de las netbooks, de la elaboración de los Power Point o de la comprensión de cómo realizar una planillas Excel.
En nuestros bolsillos viajan aparatos de altísimo costo comprados bajo el engaño de que es el mejor. Mejora efímera hasta meses luego de adquirida. De él solo sabemos manejar algunas pocas de sus funciones, Whatsapp, Facebook, la camarita y ahora el mágico mundo sabelotodo de Google.
Lo real fue que en aquel momento no estábamos preparados para este salto cualitativo y cuantitativo de la tecnología. Pero sí estábamos preparados para deglutir el último Smart Phone, porque así te predisponen.
Desde aquella postura de negación indoblegable frente a la realidad postmoderna, sólo pasaron unos algunos años. Es real que mediante esta herramienta es posible compartir conocimiento, trabajar, bajar contenidos y armar exposiciones.
Lo que nunca debemos dejar de lado es la responsabilidad como adultos ante nuestros alumnos de establecer límites explícitos, utilizar esta herramienta sólo para lo educativo y por sobre todo, nunca olvidar que del otro lado del aparato hay un ser humano que debemos proteger.
