Formulo esta reflexión basándome en lo que representa la música, aunque mi fin último es insistir sobre el peligro que representa una sociedad sin dirección y sin límites.
Sostengo que Dios nos habla a través de la música, ya que cuando Él premia a los compositores o a los intérpretes, no hace otra cosa que lograr que esas piezas creadas se conviertan en espejo para que quienes las escuchen, vean reflejada en ellas nuestra humanidad.
Si escuchamos música clásica de un Chopen, Mozart, Beethoven, nuestro ser, homo sapiens (mezcla impulsiva animal junto a lo espiritual) se eleva a una determinada dimensión, otra existencia más sublime.
Qué ocurre con la música del presente, rutinaria, agotadora, que atonta por su mismo ritmo reducido, "machacado”, mediocre.
Es el reflejo de seres a los que el sin esfuerzo, la poca calidad, y la poca creatividad es la constante.
Mi planteo es cómo parar este declive humano que estamos observando. Un declive o decadencia que se da por egoísmo a través del "no me interesa” o el "no me importa”, y que solo busca confrontar a través de la tergiversación o la negación de valores indispensables tanto espirituales como aquellos para la buena convivencia, como el respeto. También confunde conceptos básicos como autoridad, libertad, dignidad e igualdad.
Esta marea social turbulenta, confundida y agresiva, se convierte en un bumerán para el mismo hombre.
No pensemos que el pasado fue mejor. Pensemos que podemos ser constructores de un presente y futuro bueno, en paz pero solo afirmándonos en cimientos firmes y verdaderos. No por cómodo rápido y conveniente, vamos a dejar que nuestra sociedad se derrumbe en el caos, incertidumbre y agresión.
