Señor director:

Deseo compartir con los lectores de este diario las siguiente reflexiones extraídas del Decálogo del hombre triunfador (Primera Parte): “Seré feliz. Expulsaré de mi espíritu cualquier pensamiento triste. Me sentiré más animoso y alegre que nunca. No me lamentaré de nada. Agradeceré a Dios la felicidad y la energía que me regala.

Trataré de ajustarme a la vida. Aceptaré el mundo tal como es y procuraré encajar en este mundo. Si sucede algo que me desagrade, no me mortificaré, ni me lamentaré; agradeceré que haya sucedido, porque así se puso a prueba mi voluntad de ser feliz. Seré dueño de mis servicios, de mis sentimientos y de mis impulsos. Para triunfar debo tener dominio de mí mismo. No pretendo dominar a nadie más que a mí mismo.

Trabajaré alegremente, con entusiasmo y pasión. Haré de mi trabajo un deporte y una diversión. Comprobaré mis triunfos y estudiaré sus causas. No es difícil que me olvide de mis fracasos, pero antes meditaré por qué se produjeron.

Seré agradable. No criticaré a nadie. Si comienzo a criticar a una persona, procuraré cambiar la crítica por elogios. Toda persona tiene sus defectos y sus virtudes. Soy capaz de convertir en agradables y sinceras las conversaciones y discusiones desagradables.

Voy a eliminar dos plagas: las prisas y la indecisión. Viviré con calma y con paciencia, porque la prisa es el primer enemigo de una vida feliz y triunfante. No permitiré que la prisa me acose. Haré frente a todos los problemas con decisión, valentía y seguridad completa de poder resolverlos todos”.