El corso de antaño era un cita obligada. Todos los caminos conducían a la avenida José Ignacio de la Roza, también llamada "Central", por estar en el medio del centro de la ciudad. Eran los años de la década de 1970, cuando las fiestas de carnaval estaban en la cúspide de la participación popular. El tramo desde Plaza 25 de Mayo hasta Las Heras. Por allí desfilaban comparsas, murgas, carruajes y máscaras sueltas, entre otros personajes divertidos.


A eso de las 21:30 comenzaba el corso, aunque la puntualidad no era algo estricto. Los mismos "chayeros" que en la siesta mojaban a familiares, amigos y vecinos, cumplían con el ritual de ir al corso. Los colectivos que circulaban por los distintos departamentos iban llenos hasta el centro. Familias completas entre los que se contaban también abuelos, grupos de amigos mixtos hacían su acto de presencia en la celebración. 


Los niños, adolescentes y jóvenes eran quienes ya iban "armados" desde sus casas, con las temibles "bombitas", muy peligrosas en caso de que diera en el blanco, en especial alguna parte delicada del cuerpo. Los pomos eran infaltables. A todo esto, en uno de esos primeros años de esa década, la venta de agua era normal. Los vendedores de agua estaban ubicados en distintas esquinas de la avenida. Desde los edificios altos se producía una lluvia de "bombitas" sobre el público, que también respondía a ese juego. Mientras, los pomos, las filas de gente comprando agua hacía que el público también participara de la "chaya moderada", a menor escala que la chaya libre de la siesta.


El espectáculo del corso era de diversión total. Como era de esperarse, había rivalidad entre comparsas. Las más "poderosas" sin lugar a dudas eran la "Guanavara", de Rivadavia y la comparsa del "Sol". La rivadaviense vestía de verde con lunares blancos y la del sol, de color azul, lentejuelas y vivos amarillos. Ambas tenían más de un centenar de participantes entre bailarines y músicos, más aquellos que portaban los estandartes. Las chicas de ambas comparsas se destacaban por su belleza, simpatía y talento para bailar.


Por la avenida central desfilaban esos artistas anónimos que sacaban risas al públicos con sus humoradas desde los carruajes. Lo mismo que las llamadas "máscaras sueltas" y murgas.


Con las últimas máscaras sueltas se diluye el corso. A la medianoche, la multitud camina a sus hogares o a las paradas de colectivos. La próxima parada eran los bailes en clubes, uniones vecinales y hasta en las calles de algunos vecindarios. Fueron épocas que no se volvieron a repetir, por más promoción que se haga. Es que las fiestas nacen de manera espontánea, no por decreto.