Señor director:


El viejo cansado se cobijó a la sombra del árbol, con ojos cansados y débiles músculos, sentado recuerda épocas pasadas, de lugar, de ilusión y esperanza en donde el mundo era chico, fácil de dominar y de recorrer. 


Hoy las hojas amarillentas, al viejo lo invita a recordar época pasadas, esperanza perdida o no cristalizada e ilusiones que han sido solamente ilusiones. Con nostalgia vuelve a la infancia en donde la inocencia le brindaba libertad, felicidad que solo fabricaba con mirar la salida del sol, el atardecer con su color amarillento, el color de las flores que ofrecía la naturaleza y el verde del campo y la maleza que nadie había plantado. 


Estas son las verdades de la vida en donde nadie se arrepiente y que forman el colchón en donde el viejo lo utiliza como almohada para descansar y recorrer el tiempo transcurrido, los errores cometidos, los logros realizados, que a veces les relata a los hijos y el sacrificio que costó, pero este es el pasaporte y certificado de una vida, un pasado honesto y cristalino. En este atardecer el árbol pierde las hojas e invita el viejo a mudarse de bajo del alero en donde veía caer la lluvia que alimentaba el campo, el verde y la satisfacción de que la cosecha ofrecía buenos frutos. 


La sociedad moderna y la evolución de los tiempos nos brinda otras experiencias, otra vida y comprar un paquete de pasas de uva, pero las priva de la experiencia cómo la uva se transforma en pasa. 


Hoy el celular nos informa de la temperatura de la Antártida, pero nos priva de estrechar la mano de un amigo. El celular es frío y funciona solamente si tiene batería, la mirada de un amigo es cálida y pura. Actualmente el amigo no existe, sólo existe un conocido. En otra época el niño se alimentaba con la leche materna y reconocía a la madre por el latido del corazón. Hoy el niño se alimenta con productos que tienen fecha de vencimiento.


Rafael Pugliese 
DNI 14.347.566