Mi barrio fue uno más de los del San Juan de mediados del siglo pasado. Sus mismas costumbres, similares personajes, bares, almacenes, y una saludable mezcla de razas: gringos, turcos y criollos. Calles de tierra y piedra suelta, carretelas, autos que hoy son de exposición, micros y bicicletas. Pasaba que, unos más y otros menos, dejaban tras su paso, una estela polvorienta para desesperación de nuestras madres, que meta escoba y agua, trataban de mantener limpia la vereda y los frentes. "Dios pasa muy temprano, pero bendice aquellas casas que están limpias", decía mi abuelo y santificaba así la tarea de darle a la escoba. Era imprescindible entonces regar las calles, para amortiguar el efecto. Algunos vecinos lo hacían, con la rara habilidad de hacer llegar el baldazo hasta la otra orilla. 


Hace un tiempo me llamó un vecino de la calle Reconquista, a quien no le tomé el nombre, lamentablemente. Me habló de un tío suyo, que vivía en la calle Mariano Moreno, pleno corazón de Rivadavia. Me contó que trabajaba para la Municipalidad y era el encargado de regar la calle Cereceto, hoy Ignacio de la Roza. ¿Manejaba el camión regador?, le pregunté. "No -me respondió- lo hacía a pulso, a baldazo limpio. Regaba desde San Miguel hasta Rastreador Calívar. Todos los días". Confieso que me resultó algo increíble. Como no recordaba haber sido testigo de esa forma de regar, recurrí para confirmar a los "oráculos" de la "esquina colorada", que por suerte, y ojalá sea por muchos años más, aún están entre nosotros. Guido González y el "Golo" Tapia. Al toque, ambos me confirmaron el comentario. Y agregaron datos que son para el asombro, de aquellos hombres que hundían los baldes en los canales y acequias de entonces, para limpiar el aire y refrescar las comunidades aledañas. "Un hombre de apellido Cuevas, regaba la San Miguel desde Cereceto hasta Libertador", me cuenta Guido. "Trabajaba otro con él, pues iban de a dos, que no recuerdo el nombre". A su vez, el "Golo", originario de la Villa Flora, al Sur de la esquina colorada, nos cierra el vértice del regadío de las calles que confluían en la esquina de San Miguel y Cereceto. "Un señor de apellido Luna y el abuelo de Roberto Castro, ex jugador de Del Bono, eran los encargados de regar la San Miguel desde la Correa, hoy Comandante Cabot, hasta Cereceto". Además iban con un azadón, para limpiar las cunetas y facilitar así el paso del agua. Hace un par de años, por encargo de don Enrique Melo, escribimos un libro con la historia de su familia, que tituló "Historia de dos inmigrantes". Había llegado desde España a San Juan, en el año 1949. Su padre, Enrique Melo Magraner, nacido en Valencia, cuenta que llegó con su familia a Media Agua, donde los albergó un familiar. Relata que "de vez en cuando pasaba un carro regador. Algunos empleados, como un vecino que trabajaba en la Municipalidad, regaban la calle con un balde de lata y con un cordel, y a mi vecino le rendía mucho, pues era muy habilidoso en sacar el agua y baldear. Era un espectáculo verlo regar". O sea que esta función de los regadores de entonces, era común ver en todos los pueblos del San Juan antiguo. Son historias que se resisten a caer en el olvido.


Orlando Navarro
Periodista
Ilustración: Rodolfo Crubellier