Dante Carbajal, un personaje sanjuanino vinculado al deporte.

Hoy te recuerdo querido amigo Dante Carbajal. Tengo grabado aquel chiste de cuando fuiste mi peluquero, tan pronto habíamos entrado en confianza. Mi calva a esa altura, ya había dejado de ser incipiente. Pero a vos si te puso en un dilema aquella vez que me hiciste sentar, y empuñando en una mano la tijera y en la otra el peine, me preguntaste mirándome a los ojos: ¿qué hago Navarrito, te corto el pelo o te paso el paño? Tus clientes que esperaban turno en rededor, no sabían si reír, en mérito a que podía ser una ofensa para mí. Pero aflojaron cuando oyeron mi espontánea carcajada. Siempre festejé ese chiste e inauguramos una amistad sumergida en la frescura del buen humor, no exenta de sesudos pensamientos cuando discutíamos ideas. Porque tú, no hablabas por hablar. Siempre había un sentido en lo que decías, aún en los temas más presuntamente insignificantes. De lo que hablabas, sabías. Sin alardes, ni falso academicismo. Era lindo intercambiar ideas en tu peluquería, siempre hospitalaria e ilustrada. Como cuadra a un jachallero de ley, con su rara mezcla de campechana sabiduría. 


Por entonces yo había recomenzado en el periodismo, luego del servicio militar. Y mi compañero de redacción, Felix Alfredo Naranjo, me habló de vos, que a tu peluquería llegaban los boxeadores foráneos que esa noche peleaban en el Mocoroa o en el estadio cerrado. Obtuve buenas declaraciones, gracias al relajo que da hablar mientras te cortan el cabello. Y de vos, y tus hermanos Washington y José Luis, aprendí a ver e interpretar el boxeo. Busqué su ayuda al momento de redactar después del festival, muy tarde ya, cerca de la una, y después a disfrutar un lomito en la famosa "Nave del olvido'', en la esquina de Libertador y General Acha, donde hoy existe un supermercado. Noches de viernes, con olor a guantes, resina, nocaut, Olivetti y el lomito del final. Tu espíritu solidario, lo ví a pleno en aquella idea fenomenal, que sentaba a los no videntes de la escuela Braille, con las grandes figuras del deporte nacional. En lo que diste a conocer como "almorzando con el ídolo'', que concretó el sueño de muchos cieguitos que se dieron esa alegría gracias a vos. Hoy te recuerdo, entrañable amigo, y me felicito de haberte conocido y compartido grandes momentos, en aquellos años donde todo estaba por delante y el mundo parecía nuestro.