La nota del domingo pasado sobre el reglamento del fútbol callejero tuvo repercusión entre un grupo de amigos, que se sintieron identificados con aquella "legislación" del potrero. "Me hizo acordar que, cuando niño, para jugar yo tenía que llevar la pelota, si no, quedaba fuera. Era un patadura". No te hagas problemas, le contesté a Miguelito de los Ríos, varios fuimos pataduras, pero la gozamos. Y le conté mi escasa presencia en el fútbol oficial, con un solo partido en la sexta de Del Bono, cuando me pusieron de cuatro y me dieron un baile que no se me olvida. Al otro partido me mandaron a descansar. Terminé no yendo más y me dediqué al fútbol de los potreros o en clubes y canchas no oficiales. Y a hacer amistades. A la par que pataduras, fuimos caraduras también. Porque igual entrábamos a la cancha y peleábamos por un lugar entre los "elegidos", bajo la mirada comprensiva estos, a quienes no les quedaba otro remedio porque faltaban jugadores. Otro me recordaba que "era malo, pero a correr nadie me ganaba. Me decían 'vos te le pegas al flaco ése y no me lo dejas jugar'. El flaco, me pasaba, una y otra vez, pero una y otra vez, también, me tenía marcándolo porque me recuperaba rápido". Esa tozudez, estoy hablando de Jacinto Laciar, le permitió también abrirse paso, recibirse de abogado, y ahora elaborar unos vinos artesanales que están para competir contra cualquiera. Un campeón en la vida, como otros grandes pataduras. El gordo al arco. Rezaba el artículo primero. Y es absolutamente cierto. Una vez que jugábamos un desafío en el potrero de las vías de Cinzano, el "Yuyo" Alvarez se agarró la cabeza cuando se dio cuenta que se había olvidado la pelota. Uno se acordó que el "Gordo" Lito Pavía, de grata memoria, tenía una, aunque era del número cuatro. No importa dijo el Yuyo, vayan a invitarlo pero le aclaran que va al arco. Y así se lo dijimos al Gordo, quien se negó terminantemente. "Si quieren voy, pero juego de delantero". El "Huevo" Gutiérrez, también ya fallecido y estrecho amigo del Gordo, ofició de garante y prometió bancar cualquier macana que se mandara. No solo que jugó, sino que el Lito, en recordada acción cuando finalizaba el partido, agarró un rebote y marcó el gol (dibujo) que sería del triunfo, pues estaba pactado que "el último gol gana" (otra regla).


"El domingo pasó algo", me cuenta mi sobrino Roberto Pelegrina. "Estaba con mi cuñado viendo el partido de Boca y San Lorenzo, cuando Buffarini metió la rabona que provocó el enojo de los rivales. Mi cuñado no se lo explicaba, porque decía que eso está permitido. Entonces agarré DIARIO DE CUYO y le mostré tu nota sobre el reglamento del fútbol callejero, donde dice que si uno pisa la pelota y se burla, se justifica darle una patada. En el fútbol profesional te cuidás de la patada, porque vale una roja, pero sí que puedes recriminarle, porque en los códigos está mal burlarse del rival, con una rabona, o una pisadita, o un caño". Cosas del fútbol, donde supimos hacernos de amistades, con una elevada capacidad para hacer y comer asados, guitarrear y brindar tupido a la salud de esta madre tierra, que se multiplica en racimos y nos tiene enamorados y bendiciendo haber nacido en ella.


Por Orlando Navarro
Periodista
Ilustración: Rodolfo Crubellier