Cuando todavía no se había creado el Virreinato del Río de la Plata, nació en San Juan, Paula Albarracín, el 27 de junio de 1774, hija de Juana Irrazábal y de Cornelio Albarracín. En 1801, Paula Albarracín, se casó con José Clemente Sarmiento, el capitán de milicias que condujo a San Juan, designado por San Martín, a los prisioneros tomados en Chacabuco. De esa unión nacieron quince hijos, pero sólo cinco llegaron a edad adulta: Francisca Paula, Vicenta Bienvenida, Domingo Faustino, María del Rosario y Procesa del Carmen. Fue prototipo de abnegación y laboriosidad. Su hijo Domingo Faustino Sarmiento dijo en el libro "Recuerdos de Provincia'': "La casa de mi madre, la obra de su industria, cuyos adobes y tapias pudieron computarse por varas de lienzo tejidas por sus manos para pagar su construcción''. Mujer emprendedora, Paula Albarracín hizo del trabajo tesonero su mayor virtud. Lograba el sustento diario con lo producido en el telar, tejiendo anascotes, géneros para el hábito de diversas órdenes religiosas. En otro párrafo, el gran sanjuanino expresó: "La madre es para el hombre la personificación de la Providencia, es la tierra viviente a que adhiere el corazón como las raíces al suelo''. El 21 de noviembre de 1861 cerró los ojos para siempre doña Paula, a quien su hijo predilecto alabó así: "Para los efectos del corazón no hay madre igual a aquella que nos ha tocado en suerte. La mía, empero, Dios lo sabe, es digna de los honores de la apoteosis''.


Para finalizar quisiera rendir homenaje a Doña Paula Albarracín con mis siguientes versos:


Fue Paula perseverante,/
la del honrado linaje,/
y fue Paula tesonera/
porque las varas de lienzo/ 
dieron pan, muro y sustento,/ 
a la sombra de la higuera,/
mientras crecía en su seno/
esa promesa de vida/
a la Patria que nacía.//
Los husos y los pedales/ 
acompasaron latidos/
mientras gestaba en su entraña/
esa promesa de gloria/
que ya la Patria esperaba.//
Fue Paula madre abnegada/ 
y matriarcal artesana/
que en el Carrascal andino,/
azotado por el zonda,/
a la sombra de la higuera,/
al ritmo de los pedales/ 
de su telar cotidiano,/
tejió en su urdimbre profunda/
a ese hijo predilecto/
¡que fue Domingo Sarmiento!



Por Fanny Escolar de Siere
Profesora en Letras