Acto cierre de campaña de Alfonsín.

 

No me consta que la clase política argentina haya tomado nota de que la ciudadanía se está cansando de ella. Recuerdo los meses anteriores a la reaparición de la democracia, en 1983. La algarabía era tan grande y la esperanza en algunos políticos tan superlativa, que el acto eleccionario, que finalmente catapultó a Raúl Alfonsín a la presidencia, fue verdaderamente una fiesta. Los horrores de la dictadura, que explotaron con la guerra de Malvinas, provocaron un rechazo masivo y el pueblo estaba convencido que vivir en democracia era lo mejor. Pero entre otros, hubo un hecho de la vieja política, que decidió la suerte de las elecciones en favor del candidato radical: el cajón fúnebre incendiado por Herminio Iglesias. No comprendió ese dirigente que volver a la democracia, no era un cheque en blanco para retornar a esas prácticas de baja estofa, que poco a poco fueron minando la confianza de la gente. 

Pasaron los años y, como de un hormiguero luego de una lluvia, fueron apareciendo nuevamente los impresentables de siempre, que pelean por un lugar, tan sólo por sus ansias de poder, o para "con ésta me salvo”. Justificados en el "para eso me votaron”, se premiaron con privilegios descarados, frente a las cargas insoportables que se le impusieron a la población. Aparecieron incontables nuevos ricos, nuevos empresarios surgidos de la noche a la mañana, nuevos terratenientes y otros latrocinios por igual (que algún bendito "blanqueo” terminará legitimando). Pero, eso sí, enarbolando las banderas de lucha por los pobres, los niños y los viejos. Como resultado incontrastable, hay más pobreza que nunca, una histórica indigencia infantil, y los viejos no pueden sobrevivir con una "mínima” que es para llorar. 

Definitivamente, se han tomado la democracia en joda. Y han creado un submundo, con sus manes, desmanes y toda la parafernalia de favores, traiciones, mentiras y pactos con el diablo, que los hace impermeables al manejo espurio de dinero sucio, proveniente del narcotráfico, sobreprecios y otras joyitas, que sorprenden en su buena fe al hombre común. (Sugiero googlear "Ted Hugo AlconadaMon”, periodista de investigación, sobre "como eliminar la corrupción estructural”). 

Este desorden abarca también la geopolítica latinoamericana. Datos duros de "Latinobarómetro”, una ONG chilena que sondea, a través de encuestas, la marcha de las democracias en América latina, revelan que el nivel de apoyo a este sistema de gobierno volvió a caer para ubicarse en un 48%, el nivel más bajo desde 2001. Esta disminución viene acompañada de un aumento del número de indiferentes, a quienes les da lo mismo (ojo) vivir en democracia o un régimen autoritario, que salta del 16% al 28%. Y un importante incremento de la insatisfacción que pasa del 51% al 71%, todo ello acompañado de un bajo nivel de confianza en las elecciones, los tribunales electorales, los partidos y el congreso (Fuente: Diario Nación). Después, no asombran los Bolsonaro, Trump y compañía.

De modo que alerta muchachos. No se fíen en que haya un decrecimiento de la alfabetización, para creer que la gente es tonta. Cuiden la democracia, no hagan cosas a espaldas del pueblo, y sepan honrar la oportunidad de representarlo. No olviden que fue recuperada, sobre todo, por mérito de la sangre derramada por nuestros héroes en las islas Malvinas, y que no "es lo mismo el que labura, noche y día como un buey, que el que vive de los otros, el que mata, aquél que cura, o está fuera de la ley”.

Por Orlando Navarro
Periodista