Señor director: 


Se sabe que para los sanjuaninos, la mejor estación del año es el otoño. A veces el sol acompaña y le decimos al astro rey que es "el ponchito de los pobres''. Entonces asociamos esto para alentarnos a tomar unos mates o ese cafecito con tortitas. En otras ocasiones, la temperatura baja, el cielo se torna gris y hasta quizás suelen caer esas gotitas de lluvia a las que les llamamos "garúa'', término que lo adoptamos del "porteño'', como tantas palabras más.  


Cuando sucede esto, por lo general, los "antojos'' de hombres y mujeres, se inclinan a un desayuno con churros y café con leche o chocolate. Otra variante son las tortitas calentitas con manteca y dulce o miel. También la clásica sopaipilla. Y, ya para el almuerzo, quién no se tentó con la idea de unos pastelitos de carne, de esos "calientes que queman los dientes'', como voceaban las vendedoras en la Semana de Mayo'', según nos enseñaron en la escuela primaria. No sólo eso, sino quizás un buen estofado o un buen puchero, como para "calentar el cuerpo'', dirían nuestros padres y abuelos. 


Lo cierto es que, al menos, los que ya hemos transitado algunas décadas de vida, nos acordamos de estas cosas que vivimos en nuestra niñez y que seguimos viendo en las nuevas generaciones. Esa sociedad cómplice entre el estado del tiempo y la comida tradicional de nuestra tierra.