La ilustración muestra una obra de Florencio Molina Campos. Fue un dibujante y pintor argentino, conocido por sus típicos dibujos costumbristas de la pampa y de su país.

Hoy es el Día de la Tradición. Lo es, en honor al poeta José Hernández, autor del Martín Fierro. Desde siempre, el término tradición fue ligado al gaucho, a sus costumbres, sus modos de decir, su valentía, su fiereza, sus códigos. En fin, a una forma de ser que a los lejos admiramos y que llevamos en el ADN. Una acción noble, arriesgada, desinteresada, de una persona en favor de otra le llamamos "gauchada". Y si vamos a pedir algo que incomoda nuestro amor propio, pero que no queda más remedio que hacerlo, le decimos a nuestro interlocutor "¿me harías una gauchada?". Y ese hombre, hará todo lo que esté a su alcance para complacernos. No esperará ninguna recompensa, sólo el reconocimiento y la satisfacción de haber cumplido con los códigos de nuestro antepasado. Pero creo que tradición va más allá del gaucho. Es transmitir una heredad a otros, en forma de una historia barrial, o de un pueblo, costumbres, hechos, mujeres y hombres que construyeron un segmento en el ir y venir de algún lugar. Amo la tradición. Me gusta saber de dónde vengo. Qué hicieron mis antepasados. Los de la generación anterior, la otra y la otra. Hasta remontarnos a las nacientes de nuestra nación. Alguna vez leí que hablar de tradición, patria, nación, o bandera, era propio de un nacionalismo romántico y conservador. Pero peligroso si se deforma su contenido, como ocurrió con los autoritarismos de derecha, en la Segunda Guerra Mundial. Era recostarse en el pasado y en el concepto estrecho de región, para estructurar o normar la vida de las futuras generaciones. Es decir, lo opuesto al progreso. Nada más alejado de la realidad. Uno necesita saber quién es, necesita identificar su origen y así, solo así, sabrá vislumbrar hacia donde va. Amar la tradición es como calzarse un par de zapatos y andar por el mundo desparramando el terruño donde nacimos. La tradición es la colcha que nos tendía nuestra madre en los fríos inviernos de otrora, o bajo el cielo cobijado de estrellas del verano, mientras el abuelo traía el hilo de nuestro sueño contándonos historias de Astica. Es la guitarra que un día me trajeron, o las historias que me transmitieron viejos guitarreros y que me ubicaron en un tiempo anterior al mío. Tradición es oír un par de voces acomodando primera y segunda, para ensayar una tonada. Es el grito agudo de un amigo celebrando las bordonas que la puntean. Es también escuchar un tango, a Gardel, o gozar un poema de Homero Manzi. O solazarse en los colores profundos de la agreste roca de Huaco, en la cresta de su famosa cuesta, desde donde divisamos el valle de Buenaventura Luna, que nos espera añoso en versos y gloria, en su viejo molino. Al que siempre quiso volver. La tradición es eso para mí y mucho más también, pero lo resumiría abrazado a la guitarra. Mensajera incansable de la voz de los pueblos, que conforman la geografía que identifica nuestro suelo patrio. Feliz 10 de noviembre.