La decisión de lanzar la bomba atómica sobre Japón el 5 de agosto de 1945 se tomó después de varios meses de cavilaciones. Muchos científicos que habían trabajado en el proyecto firmaron peticiones solicitando que no se llevara a cabo. Liberaba una energía de 20.000 toneladas de TNT. Para muchos jefes militares la nueva bomba no planteaba más problemas que una bomba de gran poder. Un científico sugirió hacer una demostración ante observadores extranjeros para incitar al gobierno japonés a que se rindiera. Pero, ¿y si la bomba fallaba? También se corría el riesgo de perder la ventaja de la sorpresa. Obviamente se planteaba una cuestión que iba a perturbar la conciencia de toda la humanidad. Después de la guerra el presidente de los Estados Unidos, Harry Truman, aceptó esta responsabilidad: "....yo consideraba la bomba como un arma y jamás he dudado un segundo en que debiera emplearse". El almirante William D. Leahy dijo: "el empleo de esta arma, no nos fue de ninguna utilidad. El enemigo ya estaba derrotado". Henry L. Stimson, secretario de Estado de Defensa de EEUU (1940-1945) dijo: ".... el rostro de la guerra es la muerte; la bomba ha causado la muerte a más de 90.000 personas. Ha puesto fin a la guerra, ha detenido los raides aéreos incendiarios arrojando miles de bombas, ha suprimido el choque entre grandes ejércitos". ¿Quién tenía razón? Muy pocos serán los hombres que habiendo conocido como éstos la situación desde 1945 se crean autorizados a pronunciar un juicio definitivo. Si el aspecto moral de esta decisión sigue siendo discutible, no lo son sus efectos en el terreno estrictamente militar. El día fatídico había llegado. A las 8 horas 15' y 17'' el avión (Enola Gay) abrió su compuerta: se había desprendido la bomba atómica (Litle Boy) de 4.435 kilogramos, 4,25 metros de largo y 1,50 metros de diámetro. A la vista fue una gigantesca bola de fuego que se elevó a 6.500 metros de altura. La onda expansiva fue equivalente a un viento de 800 kilómetros por hora. Lo que pasó después todos los sabemos.

Por Carlos R. Buscemi 
Escritor