Señor director:
Pocos saben que el ilustre presidente de la Primera Junta, Brigadier Cornelio Saavedra, tuvo un hijo sanjuanino. El nacimiento se produjo el 21 de marzo de 1814 y en el mes de mayo del mismo año fue bautizado en la Iglesia Matriz de San Juan, con el nombre de Pedro Celestino Cornelio Saavedra. Este nacimiento tiene que ver con el exilio político, que como tantos argentinos, sufrió aquel militar nacido en lo que actualmente es Bolivia (Villa Imperial de Potosí). Después de la revolución, las discrepancias políticas porteñas lo llevaron rumbo al norte con el propósito de optimizar las tropas del Desaguadero, luego de la derrota de Huaqui, pero su ausencia sirvió para que sus contrarios lo aislaran del ejército y del gobierno. Fueron estos los motivos que lo llevaron al destierro a San Juan, luego de largas idas y venidas y otros reveses.
En el otoño de 1812 llegó a nuestra tierra procedente de Mendoza, junto a su esposa, doña Saturnina Otarola, y sus cuatro hijos pequeños, residiendo en una casa prestada, situada en las cercanías de las actuales calles Santa Fe y Mendoza.
Cuenta el historiador, Héctor Arias, que "difícil era la situación económica de los Saavedra. Frente a este cambio de domicilio debieron arbitrar nuevos recursos; hasta la pensión dejaron de percibir. Debió recurrir a la liquidación de sus bienes, la chacra que poseía en Buenos Aires; el comprador pagó la mayor parte en especies de las que fue portadora su esposa…".
Fueron varios los sanjuaninos que ayudaron a aquella desafortunada familia, incluso el entonces gobernador Sarassa. A tal punto, que el mismo Saavedra, en señal de reconocimiento, lo recuerda en sus "Memorias".
Estando aquí se entera de nuevas medidas legales que ha resuelto el gobierno porteño acerca de su situación, como su destierro y someterlo a juicio de residencia. Pero en lugar de marchar hacia Buenos Aires, se va a Chile, más precisamente a Coquimbo, junto a uno de sus hijos y un asistente.
Horacio Videla cuenta que acongojado deja a su esposa, que estaba en avanzado estado de gravidez, y a los otros hijos. Luego sobrevendían sus días nuevamente en San Juan, pero esta vez en el lejano paraje iglesiano de Colangüil. Casi un mes estuvo en este punto, en tanto su mujer hacía toda clase de trámites para lograr su retorno a la ciudad, permiso que finalmente le fue dado por el General José de San Martín, flamante Gobernador Intendente de Cuyo.