A casi 74 años del terremoto de 1944 siguen vigentes vivencias, anécdotas y experiencias vinculadas a esa catástrofe que dejó a San Juan bajo ruinas y escombros. Cada año, a medida que se acerca el 15 de enero, fecha del sismo, nos sorprendemos o emocionamos con los relatos o imágenes que nuestros antepasados nos dejaron como testimonio.


Contaba mi abuela, el triste final del "negrito'', quien en realidad se llamaba Pedro. Este niño murió bajo los escombros de la Iglesia de Concepción, en ocasión de un casamiento que se estaba celebrando justo al momento de producirse el terremoto. Se trataba de un niño inquieto, curioso y sobre todo muy servicial que era muy conocido en la zona del "Pueblo Viejo'', por su carácter de "busca vida''. Vivía sobre calle General Acha, al norte de calle República, a los fondos de la curtiembre de los Caputo, en una rancho de abobe, muy humilde, con una letrina pegada al canal que pasaba por ese lugar y que servía para generar energía que era utilizada por la curtiembre.


Pedrito no tenía padres, y una tía abuela lo tenía a cargo junto a otros niños. Concurría a la escuela Juan Bautista Alberdi, ubicada en calle Tucumán al 420. Los sábados por la noche, a modo de ritual, el "negrito'' no se perdía los casamientos en la Iglesia, ya que era una costumbre que el padrino de la novia, después de que los contrayentes dieran el "Si'' ante el sacerdote, en el atrio arrojara monedas, en augurio de abundancia y prosperidad para los nuevos esposos. Casi siempre, el padrino de la novia era un pariente o amigo de buena posición económica.


Ese sábado, al momento en que el cura párroco, padre Esteban Eustequio estaba por bendecir a la nueva pareja, se produjo el violento sismo. Eran exactamente las 20.45, y en ese momento el "negrito'' se encontraba muy cerca del padrino, como siguiéndolo de cerca para hacerse de algunas monedas a penas llegara al atrio. Pero el sismo fue muy fuerte y no le dio tiempo a correr hacia la calle. Fue encontrado acurrucado al lado de los reclinatorios de mármol, junto al padrino y el Cura Eustequio. 


Al día siguiente como nadie lo reclamó, lo llevaron al Cementerio Municipal para su cremación. Seguramente el "negrito'' se llevó las monedas al cielo, pues cada vez que conseguía una, la guardaba muy bien en sus bolsillos alforjas, donde también tenía la piola del trompo que tanto le gustaba.