Señor director:

Soy un sanjuanino que hace algunos años reside en Entre Ríos. Si bien estoy distante, esa circunstancia no me impide interiorizarme a través de DIARIO DE CUYO de los avatares de mi querida provincia. El tema que hoy me inspira escribirle estas líneas, son las reformas en la peatonal. No es mi ánimo desacreditar todo el proyecto de dichas reformas ya que carezco de las competencias que se necesita tener para hacerlo. Lo que si me lleva escribirle a usted es manifestarle mi profundo pesar por el desarraigo de la añosa arboleda de la peatonal, que data de la década de 1960. Más pesar siento al enterarme que esa arboleda va a ser reemplazada por árboles que no encontrarán las condiciones adecuadas de espacio en dicha peatonal. Estoy hablando del ibirapitá.

Se trata de un árbol precioso, que en tiempo de floración le da realce al espacio verde donde se encuentra, y su gran copa proyecta amplia sombra. Digo gran copa ya que la misma alcanza 8 a 10 metros de diámetro y de 15 a 20 metros de altura. Es un árbol para espacios abiertos tales como plazas y/o parques. Implantarlo en la peatonal, no sólo no lucirá en todo su esplendor sino que, al estar tan cerca la línea de construcción (2,5 a 3 metros de los edificios) la planta se criará inclinándose hacia el centro de la calzada lo cual formará una copa descompensada. Los fuertes vientos Zonda provocarán muchos quiebres de ramas ocasionando riesgos innecesarios.

En donde resido, plena Mesopotamia, está muy difundido este árbol, pero repito, en lugares abiertos y amplios, donde se puede desarrollar plenamente. Aunque es una zona subtropical, es una especie que hay que protegerla de las heladas en sus primeros años de vida.

Espero que este humilde aporte ayude a los funcionarios municipales a tomar conciencia del error que van a cometer implantando esa especie arbórea en la peatonal.