Las hombres experimentan acciones con motivos diferentes, placer, gozo, felicidad, odio, añoranzas, todas serán motores de sus acciones. Pero la amistad y el reencuentro para el ser humano, casi siempre tiene un motivo cimentado en experiencias vividas. Reencontrarse con amigos es volver a sentir lo creíamos olvidado. Pero qué pasa, cuando todo un pueblo como el de Pocito, decide honrar la amistad en el encuentro. El tiempo, la distancia, la vida misma nos ha cambiado.

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Esa mirada de este hecho social donde confluyen sentimientos y valores no puede alejarse de la otra visión que posee el hombre de mirar a su interior. La introspección es un ejercicio cotidiano. Es un volver a ver quiénes somos. Definir y redefinir nuestra identidad, donde el afuera nos moldea, intentando que la esencia no cambie; que la pertenencia a un lugar se manifieste orgullosa, que los recuerdos de colores, aromas, sonidos sigan estando en el en el "disco duro" del cerebro. A esto hay que sumarle el acto supremo de que todo ello pueda ser transmitido a nuestros descendientes, lo hace trascendente. Será en ese mismo momento cuando nos daremos cuenta que existe una característica que distingue a cada persona por su forma de ser y de obrar, que ata a los hombres para nunca más desatarlos. A esto los sociológos le llaman "idiosincrasia de pueblo".


Pero, la actualidad parece demarcar intangiblemente el concepto de la grieta social, del yo o el otro, interponiendo esa preposición que separa. Sin embargo, hay manifestaciones sociales que alientan y dan esperanzas. Existe este pueblo de Pocito, a 18 kilómetros al Sur de la Capital de San Juan, que está manifestado el anhelo de reencontrarse, de volver a ver al amigo. De dirigir pasos hacia donde otros también lo dirigen. De mirar sus ojos y aceptar diferencias, a mirar para adentro. Están seguros que ese volver a vernos no será lo mismo que aquella vez. Eso demuestra que tenemos vida.

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El pueblo de Pocito expresa ese culto por la amistad. Siempre con su carácter afable y medido, sin olvidar, sin pretender modificar hechos del pasado. Pero aceptando diferencias, tendiendo un puente de afecto que une las dos orillas, porque así somos, hombres pretendiendo encontrarnos para cultivar la armonía espiritual con la amistad como bandera.