Señor director:
La percepción de que los ancianos son consumidores netos de recursos es únicamente eso: una percepción. La realidad es que ellos mismos constituyen un "recurso” al que la sociedad puede sacar partido. Así se ha demostrado en los centros mixtos (guarderías – residencias). La doctora Carstensen, que fue quien lideró el estudio sobre el tema, apunta: "Está comprobado que, con la edad, se incrementa la sabiduría, la experiencia de vida y la estabilidad emocional, y todo ello se puede transmitir a otros de manera significativa”. Según subraya su investigación, el proceso de envejecimiento del individuo trae consigo un desarrollo de la capacidad para reconocer las limitaciones y, en consecuencia, aprender a adaptarse a ellas para seguir adelante. Si esa adaptación ayuda, efectivamente, a vencer las dificultades, la persona aumenta su sentido de la resiliencia y su sensación de bienestar. Y un menor de edad que reciba estas experiencias de primera mano tendrá, razonablemente, un plus de destrezas respecto a otros de su edad. Asimismo, los ancianos pueden ayudar a los menores a enfocarse en lo importante. La propia convicción de los mayores de que el tiempo es finito, los mueve a dedicar sus esfuerzos a lo que puede compensarlos positivamente en el plano emocional, y a sopesar con mayor serenidad los pros y los contras para tomar decisiones acertadas. Sin distracciones. Juntar, pues, en un mismo sitio a niños y ancianos no parece mala idea. "Cada niño necesita de al menos un adulto que esté completamente loco por él”, aseguraba el psicólogo rusoamericano Une Bronfenbrenner, y muchos que peinan canas pueden estar deseando ahora mismo encarnar ese papel. Según leía en un parte de prensa hace un mes.
