Señor director:

"No hay monedas'', dicen algunos comerciantes. Todos, quien más quien menos, soportamos el inconveniente de la falta de cambio. Pérdida de tiempo, casi siempre en momentos en que los minutos son preciosos. Fastidio de pagar por las cosas más de lo que valen, puesto que por falta de "vuelto'' nos dan un caramelito o una pastilla de caldo de verdura, gallina o carne, sobre todo en los supermercados. Problemas al momento de viajar en colectivo, ya que muchos choferes siempre se quedan con los centavos del redondeo. Se ha hecho de esta práctica una mala costumbre. Molestias y trastornos de toda índole que acaban por exasperarnos, muchas veces hasta nos hacen cambiar el sonriente carácter.

La escasez adquiere caracteres de gravedad en las ciudades donde el ritmo de vida es cada día contra reloj. Si bien hay dinero circulante, las monedas son un artículo de lujo, por lo cual ha llegado a tener premio, como si fuera de un metal valioso.
Como consecuencia de la escasez ha venido el acaparamiento por parte de las personas inescrupulosas, que especulan con la necesidad del cambio y la gente, teniendo en cuenta que ellos ganan. A esos egoístas la gente los censura, pues, son parte del problema. 

De alguna manera, se debería legislar al respecto y multar a los negocios que tengan estas prácticas reñidas con la moral y que sólo piensan en sacarle hasta el último centavo al cliente, con la excusa de la falta de dinero circulante en monedas.