Señor director:

Todos conocemos la importancia y el significado que tiene la Navidad entre los cristianos de todo el mundo: el nacimiento de Jesús.

Más allá de los brindis salpicados de burbujas, de los ruidos de la pirotecnia, la Navidad ha transcurrido entre nosotros en medio de pinos de plástico coronados con nieve artificial, Papá Noel de utilería, comidas incompatibles con la época y una buena dosis de imaginación.

Pero es innegable que la Navidad propone al hombre - sea cual fuere el lugar que habita -, un encuentro consigo mismo y los deseos de reconciliación con el mundo. Uno de los símbolos infaltables para esta fecha es el pino.

También tiene su historia ese personaje de barba blanca y ropaje púrpura que viaja en un trineo tirado por renos, llamado Papá Noel o Santa Claus. Es un golpe de magia que se instala en las ciudades para esta fecha. Comenzó en el siglo XIV con San Nicolás, obispo de Myra (Asia Menor).

En esta trilogía, no podía faltar el envío de felicidad en letras de molde. Un torrente de tarjetas que auguran el mejor de los futuros. Dicen que fue la más antigua forma de "relaciones públicas'' practicada en el siglo X en el Extremo Oriente. No obstante, la primera tarjeta nació en Inglaterra en 1824 enviada por Sir Henry Cole. Decía: "Dad de comer al hambriento, vestid al desnudo. Feliz Navidad''.

Pero lo que mejor refleja el auténtico espíritu de la Navidad es la adoración al "Niño Dios'' y ese impulso de amor fraterno y necesario entre los seres humanos.