María Eva Duarte

Fue en el año 1919, tiempo convulsionado, pues no hacía mucho que había finalizado la Primera Guerra Mundial, cuando vino al mundo María Eva Duarte, el 7 de mayo. Gobernaba el país don Hipólito Yrigoyen, y en San Juan era gobernador Amador Izasa. María Eva Duarte, luego la esposa de Juan Domingo Perón, nació en localidad bonaerense de Los Toldos. En realidad, dicen sus biógrafos, fue en un campo cercano a este sitio. Según documentos que se encuentran en el Libro de Bautismos, de la otrora Capellanía Vicaria de Nuestra Señora del Pilar, nació en la madrugada de ese día. Esta fecha está corroborada por el confesor y amigo de Eva, el sacerdote jesuita Hernán Benítez. No obstante algunos historiadores ponen en duda esa fecha y otras cuestiones, y aunque no hacen a lo central, es pertinente señalarlas (ver Revista Todo es Historia Nº 384, julio de 1999). María Eva era hija natural de doña Juana Ibarguren y de un rico hacendado, que militaba en el partido conservador, llamado Juan Duarte. Tuvo varios hermanos: Juan Duarte, Erminda, Elisa y Blanca. Pero quien estuvo más a su lado y llegó a ser secretario privado de Juan D. Perón, fue su único hermano Juan o "Juancito''. Como se ha dicho, esta situación de ser hija natural, marcó su vida. Eva y sus hermanos se criaron acompañados por el desprecio social, que implicaba esa situación. Tiempo después la familia se trasladó a Junín. Llegada la década de 1930, Eva llegó a la ciudad de Buenos Aires con la ilusión de triunfar en el universo de los espectáculos, como la radio, el teatro y cine. Fue una tarea árdua, pero lentamente logra protagonismo. Filmó algunas películas como una llamada "La pródiga''. Esto es ya cuando se incorporó al mundo de la política, por esta razón esta cinta fue ocultada. Sabemos - hay una copiosa bibliografía -, que sus inicios se vinculan con el funesto terremoto sucedido en nuestra provincia, en enero de 1944, hecho que culminó con el casamiento con el coronel Perón. A partir de allí, nadie detuvo sus realizaciones en favor de los "cabecitas negras'' o "los descamisados''. Corta fue su vida, pero en los pocos años que actuó fue la "estrella'' política, no solo de su país, sino de toda América. En su momento más supremo Evita se apropió de la historia, como expresa el filósofo José P. Feinmann. Amada hasta la exaltación por los más humildes, odiada por la clase alta, es innegable que su obra en beneficio de las mujeres, niños, ancianos, trabajadores, no tiene parangón en la historia. Ella misma pronunció una frase extraordinaria: "Yo no me deje arrancar el alma que traje de la calle...''.