Señor director:


El 6 de agosto de 1945 , Hiroshima, una ciudad situada al Oeste de Japón, sufrió el ataque del primer bombardeo atómico de la historia. La bomba estalló a seiscientos metros de altura. La temperatura aumentó miles de grados de manera instantánea y generó una bola de fuego que fue creciendo centenares de metros. Esa ciudad, de más de once mil kilómetros cuadrados, se convirtió en un infierno de llamas, mientras un viento incandescente arrasaba todo a su paso. Media hora después de la explosión comenzó a caer una lluvia negra compuesta por hollín y partículas radiactivas que llevaron la contaminación a zonas alejadas. Fueron destruidos el 70% de los edificios y murieron noventa mil japoneses. Luego fallecieron centenares de habitantes por la radiación y otros sufrieron mutaciones y daños biológicos. Algunos sobrevivientes expresaron sus vivencias de la tragedia, como el escritor japonés Kenzaburo Oe, Premio Nobel de Literatura, publicó en 1965 "Apuntes de Hiroshima". Otros testimonios son las novelas "Ciudad de cadáveres" (1948), "Harapos humanos" (1951) y "Medio humano" (1954) de la escritora japonesa Ota Yoko. El músico polaco K. Penderecki en 1960 compuso "Treno a las víctimas de Hiroshima", aplicando en ese lamento fúnebre técnicas no convencionales para un conjunto de cincuenta y dos instrumentos de cuerda. Logró una obra musical con disonancias conmovedoras y no ortodoxas de profunda solemnidad. En Hiroshima, la era nuclear se estrenó con sus más crueles vestiduras.

Fanny Escolar de Siere
Profesora en Letras