Señor director: 


Un encuentro inesperado con Dante Carbajal. Fue mi peluquero allá en los años 70, más otro con Alberto Naveda, aquél "zurdo" 10 de San Martín, trajeron a mi memoria el recuerdo de ese gran boxeador que fuera Elio Ripoll. De Ripoll conservo una imagen inolvidable y muy querida. Porque tiene que ver con mi papá, que por ese entonces, año 1955 o 56, aún vivía. Él me llevó, junto a mi hermano al ring de nuestro viejo Luna Park, que estaba en el predio donde luego se levantó el Hotel Nogaró. 


A mi viejo le gustaba mucho el estilo del boxeador sanjuanino, y su fama, creciente, lo estaba haciendo orillar las perlas de un verdadero ídolo.  


Se "hizo" en el club Justo Suárez, a las órdenes de don Félix Rojo. Allí también, "tiraba guantes" Alberto Naveda, futbolista emblema de aquel San Martín. También, entre ellos, mi amigo "Coco" Deguer, que fue bancario, compañero en el secundario, y hoy es el almacenero de mi barrio. 


En esos años del Justo Suárez, se moría de ganas de subir a un ring y pelear en serio. Pero su familia no se lo permitía. Entonces esperó la oportunidad de un festival que se hacía en el club Sarmiento, de Albardón. Allí era un desconocido que subió a probar suerte con otro amateur. Peleó, y llegó a su casa con un ojo en tinta. Fue inútil fingir una caída de la bicicleta. Tenía 14 años. 


Aquella vez del Luna Park, Ripoll peleaba con un rosarino, José Balbi. El estadio estaba repleto. En el primer round, "de estudio", recibió una mano sorpresiva que le dio en la "nuez de Adán". Lo dejó sin respiración, y se fue contra las cuerdas. Finalmente cayó. En el primer asalto se acabó la fiesta. 


Ripoll entrenó como nunca para la revancha. Dante Carbajal me contó que lo observaba entrenando en las calles aledañas del RIM 22. 


Llegó la noche tan esperada. Y allí fuimos otra vez con mi papá. El lleno era mayor. Ripoll con una actuación memorable, liquidó el pleito en cuatro round, ganando por nocaut. La multitud alzó al ganador en andas. Lo llevaron hacia los portones y luego ganó las calles. 


Se improvisó una vuelta olímpica alrededor de la plaza 25 de Mayo. El público, que a esas horas salía de los cines Estornell y Renacimiento, no entendía nada de ese gentío que marchaba ofreciendo como trofeo la estampa de un joven sonriente, que calzaba guantes.  


Elio Ripoll. Ídolo. En su homenaje, va este recuerdo de mi niñez, atravesado por la aureola mística de mi viejo, que nos duró poco pero que brilló mucho, como luz la de un fósforo.