Señor director: 


Si el año 2017 comenzó a nivel mundial entre subidas de precios, rumores de guerras, alianzas y fraudes generalizados, no es menos verdad que Dios sigue siendo el Señor de la historia. Y, lo que a primera vista parece un pésimo augurio, la voluntad del hombre sigue siendo libre, capaz de elegir su destino, al menos en gran parte respecto a lo qué es su vida. Por tanto es capaz de cambiar el futuro de los acontecimientos.  


Y si la web del elitista Club Bilderberg, los mails de Soros o de Hillary Clinton han sido hackeados, también es cierto que lo oculto en cada mente es sólo conocido por Dios.  


Y así, mientras muchos se sienten seguros de no ser descubiertos, las andanzas íntimas de cada uno se manifestarán un día ante toda la humanidad. Precisamente, porque no hay nada oculto que no llegue a ser revelado, ni secreto que no vaya a ser desvelado a la luz del Juicio Final.  


Por ahora nos dedicamos a especular sobre el mal de los otros. Los poderosos que rigen las naciones por encima de sus gobiernos. No sabemos si están tramando una guerra nuclear que diezme la población mundial junto con otras perversas intenciones que pretenden angustiar nuestra salud tanto corporal como espiritual, sujetando a los habitantes de este mundo a adicciones de todo tipo. Todas estas acciones hacen del hombre un pobre ser encadenado a sus prejuicios en contra de lo que viene de Dios, un rebelde opuesto a lo que le podría salvar y darle la vida eterna.  


Es entonces, una buena reflexión para primer mes del año que ya hemos comenzado, el cuestionarnos quiénes somos, para qué estamos aquí y sobre todo, qué nos espera en el más allá, dado que en el más acá somos torpes en comprender nuestro destino terreno y menos aún el eterno. 


Veamos nuestra vida a la luz de un Dios que nos quiere libres para amar todo aquello que ha puesto en esta Tierra.