Habrá un lugar vacío, una ausencia, el ya no ser de un cierto modo de charlar, que me gustaba. Habrá unos recuerdos de mutuas vivencias, que ya no serán reciclados, aunque tampoco olvidados. Pegará el faltazo un humor fino y de alto vuelo, como es la capacidad de reírse de sí mismo. Habrá que acostumbrarse a que ya no estará esa estación. Allí, donde sentíamos que la vida nos regalaba una hora libre, un esparcimiento, que no tenía precio. Se medía en cachos de afecto, que enganchando momentos, uno a uno, se convertían en metros o kilómetros de un regocijo parejo, sin aspavientos.


Ese lugar vacío, esos instantes de sereno ejercicio de la amistad, son los que llenaba mi amigo León Grynzpan. Uno "de los nuestros'', como solemos decir los de la generación de los años cuarenta, que se ha tomado "las de Villadiego'' y nos ha dejado aquí, en el imaginario andén de la vida, con la mano levantada y diciéndole adiós.


Te conocí cuando entrábamos a sacar pecho en los ambientes solariegos de la adolescencia. Tú en la (escuela) "Industrial'', yo en la "de Comercio'', y aquellas finales en Estudiantil que ya son leyenda, y que evocamos alegremente varios años después. Y con ellos, el desfile de esa muchachada amante del básquet, que puso diademas luminosas en los tableros durante la década de 1960. Aquí, en esta foto que me arrimó el Lito Udaquiola, están algunos, de izquierda a derecha, arriba: Roberto Rosa, Ricardo García, Raúl Martinazzo, Manolo Rodríguez, Luis Danziger y vos, León. Abajo: "Pinocho'' Ochoa, Américo Martínez, "Lito'' Udaquiola y Tomas Carracedo. Uno de los equipos de la Industrial, con los que compartimos esa fiesta de la juventud, sin darnos cuenta que estábamos construyendo un tesoro que después sería lindo redescubrir en cada encuentro.


Más tarde, el destino nos juntó ejerciendo el periodismo deportivo en el viejo Diario "Tribuna'', y en Canal 8, en el "Show de los deportes'', que ponía al aire Carlos Meni, los domingos por la noche. Ese fue un tiempo, muy lindo y muy querido, porque pocas cosas amé tanto como hacer aquel periodismo de cara lavada. Y hasta me tocó comentar tus participaciones en el campeonato local, jugando para Macabi, bajo la dirección técnica de Sergio Farías, después compañero en "Tribuna''.


Más tarde, la vida. Fuimos para el casamiento, vinieron los hijos, después los nietos y la sorpresa agradable de vernos cada tanto, sin protocolos, para rumiar del hueso de la añorada juventud, que siempre guardaba un saborcito más para ofrecer.


Eso fuiste y eso serás, pequeño gran amigo. Ya comienza a brotarnos el extrañamiento, nunca comparable al de tu familia, porque has dejado un tizón encendido, difícil de apagar, como dice el maestro, Alberto Cortez. En cada lugar, en cada abrazo, en cada tertulia, y en cada esquina, donde supiste derramar, con la prolijidad de un artesano, el deleite de tu amistad cabal. Que será inolvidable.