No sabe por qué lo hace, pero ha resuelto volver. Han pasado muchos años, y va al encuentro con su pila de insomnios, soledades y fracasos. Cree que ella, la antigua dueña de sus desvaríos, lo debe estar esperando. Pero está resuelto a no mostrar su lado flaco, porque es de machos no aflojar. No viene a tirar la toalla. Ha vivido lo suficiente como para tener un corazón resistente a los reencuentros. No se va a mostrar como el hombre vencido que viene a implorar amor. Ese tiempo, se dice a sí mismo, ya pasó. Las locuras de la juventud, que le hicieron ver las estrellas cada vez que se veía con ella, lo llevaron tan, pero tan alto, que la caída fue terrible, cuando se fue.
Al encontrarla ensaya una explicación:
_ ¿Ves? he tratado inútilmente, de alejarme y olvidar. Hoy, que hay arrugas en mi frente, siento más la soledad.
Aquí, frena. No quiere regalar su confesión. Hablo de soledad y estaba a punto de arrodillar su condición de hombre duro.
_ Tal vez, al notarme avejentado, pensarás vuelvo a verte porque estoy desesperado. ¡No! Ya los años me enseñaron, a templar mi corazón.
Hecha la aclaración, puesta a salvo su virilidad, cree necesario insistir en las razones de su visita.
_ No he venido a suplicarte, ni un poquito de cariño. Ni que expliques tus silencios, tus mentiras o tu olvido. No es posible, vieja amiga, nuestras vidas acercar.
Cree que llegó el momento de mentirle una razón, que va a esconder los secretos de su corazón.
_ Sólo vine para verte, para verte ¡nada más!
Ella, que cuando lo vio se dio cuenta que aún lo quería, siente que las lágrimas van diluyendo sus esperanzas. Él, divaga, contradictorio.
_ Ya, falta poco para irme, con mi cruz a otro rincón. Sé, que al dejarte voy a hundirme, en la desesperación.
En un estado al que no quería llegar, trata de justificarse porque está a punto de quebrarse.
_ Será la emoción de mi partida, que quisiera darte un beso aunque en él vaya mi vida. ¡Es, que tus lágrimas me invitan, a besarte y a llorar!
Es la cima de su pasión contenida, la absurda contradicción del que ama, pero teme mostrarse débil, sin saber bien por qué. Será porque se siente viejo, será porque duda, será porque a cierta altura de la vida, los reflejos del amor se van destiñendo. Pueden ser tantas cosas las que lo atenazan y lo obligan a no rendirse ante lo evidente de su pasión. Entonces, en un acto suicida, decide acabar con todo:
_ Sólo vine para verte, para verte y ¡nada más!
Esta historia es un tango inspiración de José María Contursi y Pedro Laurenz, y se llama "Vieja amiga”. En su letra, de nostalgia desgarradora por un amor malogrado, gira el fantasma de "Gricel”, la obra maestra de Contursi, que repite obsesivamente en "Como dos Extraños”. Contursi, el poeta que llora por la muchacha que sedujo y abandonó, y se da cuenta tardíamente de su enamoramiento.
Orlando Navarro DNI 7.950452
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La sensualidad de la mujer hecha tango.
