En el marco del mes de la Inmaculada Concepción, dentro de la historia de la parroquia y sus curas en el "Pueblo Viejo'' y a más de 200 años, se puede mencionar al emblemático presbítero, José María de Castro Hurtado (1765-1820). Nació en San Juan de la Frontera hacia el año 1763. Era hijo de don Juan de Castro, natural de España y de doña María Ignacia de Hurtado, natural de San Juan. Hizo sus estudios eclesiásticos en el seminario de Santiago de Chile. Siendo clérigo de órdenes menores, se dedicó en Santiago a enseñar filosofía. Una vez ordenado sacerdote tuvo una profusa actividad sacerdotal. Ejerció algún tiempo en esa ciudad y después pasó a San Juan. En 1802 era cura suplente de la ciudad de San Juan por ausencia del cura propio, presbítero José Martínez de Rozas. En 1804 estaba en Mendoza. En 1810 fue capellán de la iglesia de la Inmaculada Concepción, (Pueblo Viejo). Fue cura interino de la parroquia matriz de la ciudad de San Juan y vicario foráneo interino de la misma ciudad y su jurisdicción, de 1810 a 1814. 


Ejerció la medicina: vivía en mucha pobreza y repartía la mayor parte de sus haberes en limosnas a los necesitados. Por lo regular predicaba todos los días. Los lunes en la iglesia de Santa Ana, los martes en la de la Inmaculada Concepción (Pueblo Viejo), Los miércoles en la de Nuestra Señora de los Desamparados, los jueves en la de la Santísima Trinidad, los viernes en la de Santa Lucía, los sábados en la del hospital "San Juan de Dios'' y los domingos en la Iglesia Matriz (San José). 


Cuando estalló la revolución de Mayo de 1810, se declaró abiertamente por el Rey de España, abominando la desobediencia al legítimo soberano y prediciendo guerras, desorganización y desastres en el país. En 1814 fue confinado a Mendoza por el gobierno de San Juan y después desterrado a las Brucas. El visitador eclesiástico de Cuyo, Dr. Pedro Ignacio de Castro Barros, en su auto de visita de los libros parroquiales de la ciudad de San Juan en 1827, dice: "Se hallaron algunos de estos (libros) sin firmar, aunque escritos allí, de los años diez, doce trece y catorce en que sirvió el presbítero José María de Castro Hurtado, quien a pesar de su probidad y actividad incansable, dejó este blanco a causa de los "padecimientos y persecuciones que sufrió, tomándole después, la última enfermedad, sin haber podido evacuar estas diligencias''. 


De las Brucas regresó a pie a San Juan y se retiró a Angaco y después a Concepción (Pueblo Viejo), en donde murió el 28 de julio de 1820. Con permiso del cura de Concepción, fue sepultado en la jurisdicción de la parroquia matriz de la ciudad de San Juan. Sus restos fueron sepultados en la Iglesia de la Inmaculada Concepción (Pueblo Viejo)''.


(Fuente: Historia Eclesiástica de Cuyo- Tomo I, diciembre de 1929. - de Pbro. José A. Verdaguer).