Si de algo carece nuestra Selección argentina es de un buen arquero y de marcadores de orilla. En mi modesta opinión, Sergio Romero, no brinda seguridad desde los tres palos. Aunque fue tan poco feliz la actuación de Marchessin en el partido de prueba ante Nigeria, que hizo pensar que no hay otro. Sin embargo, creo que Wilfredo Cavallero, actualmente en el Manchester City, es el argentino que mejor está atajando, aunque sea suplente en su equipo, agregándole su reconocida virtud de atajador de penales, tan importante para definir partidos en los mundiales.
Sampaoli prueba con línea de tres, pienso que más por la carencia de marcadores de punta, que por convicciones. Una apuesta muy peligrosa, si no se tiene bien aceitado el movimiento de relevos.
Creo que es un problema que viene de los potreros. Cosas de la niñez: “El gordito al arco”, solía ser una de las indicaciones antes de los partidos, como aquella de mandar a “las piolas”, al que no estaba jugando bien. Era como un castigo. Algo similar pasaba, y pasa, con los marcadores de orilla. A nadie le gusta marcar la punta. Por eso no hay, o los que hay, como el caso de Mercado, o de Rojo, son marcadores centrales de origen, devenidos por necesidad en marcadores de punta. O de volantes que se los hace bajar, como en el caso de Marcos Acuña. Quedaron para la historia como auténticos marcadores, con capacidad para soltarse, Silvio Marzolini, en Boca (foto), y en San Juan el “Pato” Martín Irrazábal, en San Martín. Otros tiempos.
Aunque en Ausonia lo teníamos a Angel Modesto Godoy (que “de Angel no tiene nada, y de Modesto, menos”, decía el recordado Horacio Vita), que era marcador de punta por convicción y de allí no lo movía nadie. Es mi peluquero y ya largó el fútbol, como yo. Aunque suelo cargarlo diciéndole que “así como jugaba, en un cuadradito de dos por dos, podría jugar tranquilamente toda su vida”, porque no se movía de allí. Por supuesto que él me dice lo contrario, y se atribuye haberme dado varios centros para que yo la “peinara” al gol. O sea, “me hizo” goleador, dice. Pero no lo era. Y, si alguno hice por esa vía, me costó quedarme pelado porque el “negrito” Godoy le daba de puntín. Y eso lo enoja más todavía, en las entretenidas tertulias que tenemos mientras me corta el pelo. Cierta vez, uno “nuevo” dijo que jugaba “de cuatro”. Godoy le dijo que se busque otro puesto. “Pero yo juego de cuatro”, insistió el muchacho. Y Godoy que volvía a decirle que ahí no podría jugar y calladamente le dio las razones de esa negativa. Se dio vuelta, le dio la espalda, y en su camiseta grande como una casa brillaba el “4”, que hizo que el pibe viera y comprendiera.
Anécdotas que salpimientan un problema del fútbol argentino: ni arqueros, ni marcadores de orilla. Eso viene de los potreros.
