Señor director:
Huaco, el amado pueblo que me vió nacer hace más de seis décadas, sigue sobreviviendo a las pruebas que fue sometido por los embates de la naturaleza y los caprichos del hombre, en especial de funcionarios con ideas poco felices.
Hubo un Huaco antes de la construcción del dique "Los Cauquenes" (1965) y otro Huaco, el de hoy, contaminado silenciosamente cada día, por la mala calidad de agua que le provee ese dique.
El Huaco que hoy añoramos, los que ya peinamos canas, lo pude vivir y gozar durante 17 años. Después vino el caos.
De ese recordado Huaco, un historiador y periodista sanjuanino, don Juan Rómulo Fernández, en su libro "Serranías", publicado en 1930, expresa: "Ya estábamos en pleno Huaco. Valía la pena el sacrificio. Esa vega pletórica de vegetación es una delicia. Las higueras empiezan a dar brevas en noviembre, para anunciar el verano, y tres meses después brindan una carga de higos, que se cosecha para venderlos en el invierno hechos pasas…. Las ciruelas son de miel. Los membrillos, tamaños, como que apenas cabe uno en cada manaza de don Julián, un señor que explotaba una huerta con fines comerciales. Las uvas… pero si estas uvas podrían ser el adorno y el deleite en una mesa de cardenales. Y los olivos: los olivos son la quinta maravilla. Hay en Huaco olivos centenarios, en plena producción. Estas plantas viven inmunes a la mosquilla,…y a toda peste.
Y más allá las sementeras, toda una promesa de bendiciones a los alfalfares a modo de una verde alfombra matizada por el suave azul de sus florecillas, o los trigales a medio segar o emparvados ya: todo ello alternado con parecelas de suelo quebrado y montuoso que esperan la decisión de muchos brazos.
A ello se le puede agregar que luego se instalaron tres bodegas en Huaco y una en La Ciénaga, hoy no hay planta de viña, salvo algunas regadas por el agua del surtidor, que proviene de otra fuente que no es el río.
Corría el año 1965 y el gobierno de turno, creyó que el sitio ideal sería una estrechura natural aguas abajo de "La Ciénaga". Pero, decisiones políticas con propósitos electoralistas hizo caso omiso a lo aconsejado y decidió que se construyera en lo Cauquenes, donde los nacederos de agua dulce, libre de sales y desprovista de boro, originaban el Río Huaco.
Cuando promediaba la obra, una crecida trajo consigo una enorme masa de sólidos. Los materiales que no pudieron ser evacuados por las inapropiadas obras, a lo que se le debe agregar que no se había deforestado el área, más la elevada evaporación, convertía al embalse en un verdadero concentrado salino.
El dique perjudicó a una gran cantidad de tierras, aguas arriba (boca de la quebrada) cuyos moradores abandonaron el lugar. Imitaron a los quebradeños un sinnúmero de familias huaqueñas, hoy dispersas por muchos lugares de San Juan y el país. Mucho se conversó, se discutió, la oposición de los huaqueños y sólo se cosechó durante estos 52 años magros paliativos.
De los gobiernos que se sucedieron durante estos aludidos años, ninguno se animó a la "desactivación" de la presa, cosa muy coún en países desarrollados, como por ejemplo Estados Unidos, que lo hacen con los embalses al cumplir su vida útil.
Hoy se aconseja desde Hidráulica, que los huaqueños deben pedir pertenecer al "Sistema Pachimoco" o más bien dicho depende del Río Jáchal, a través del arroyo "El maturrango". Con esto están diciendo que el dique ya no presta más sus servicios, que no tiene más capacidad de embalse.
Que Dios ilumine a las autoridades para que hagan algo al respecto, que no dejen morir al oasis de don Buena. Yo, mis descendientes y todos los huaqueños queremos seguir viviendo y morir en ella. ¡Viva Huaco!