Señor director:

Mi esposa, madre de mis dos hijos, fallecida hace casi 15 años, fue docente de la escuela estatal primaria de la Ciudad de Buenos Aires. De sus 18 años en 1955 hasta los 60 años en 1997.

Ejerció su profesión con amor y cariño a sus alumnos. Si estuviera viva y observara a Roberto Baradel como secretario General del Sindicato de docentes, seguramente caería en un pozo depresivo.