El nacimiento de un bebé transforma a la familia. Los hijos se convierten en padres, los padres en abuelos, y los hermanos en tíos. Pero ese proceso natural ha sido cuestionado en los últimos años por matrimonios o parejas (obviamente no en todos los casos). Están inmersas en una falsa corriente que pretende negar la importancia de los vínculos de parentesco.

 

Así, parece ser que los tiempos que corren, los abuelos se han convertido en personajes que sólo pueden cumplir el papel de “nurses ad honorem”, justificando los casos en que por razones de fuerza mayor deban hacerlo. Sin embargo, es necesario llegar a conclusiones que permitan establecer el importante vínculo afectivo de abuelos y nietos.

 

El abuelo es padre del padre, y en ese sentido representa una parte viva de la familia que se prolonga hacia atrás a través suyo, y hacia delante en ese nieto, que llegado el momento, necesitará sentir dentro de sí un pasado que lo trascienda, apoyado en una familia de raíces profundas. Pero según afirman los psicólogos, así como es nociva una relación empastada, donde no se diferencian los límites y los roles, es igualmente antinatural apartar a los abuelos de los nietos. Por supuesto, es estrictamente necesario saber cuáles son los límites, para que la relación pueda satisfacer las expectativas de cada uno de los miembros de las familia.