Señor director:

A través de este espacio deseo referirme a un problema muy común de esta época, la incomunicación que muchas veces se establece entre padres e hijos; nietos y abuelos y demás integrantes de una familia:


Tomar el celular, como buscando contacto. Es que "somos sociales por naturaleza". Y este nuevo contacto, no suple lo que dice una mirada, un gesto, un abrazo.


Pero es esta nueva realidad, la que va dejando un hueco en el corazón. La que va alejando a hijos de sus padres, abuelos, amigos, vecinos, compañeros.


Nos vamos encerrando, cada uno en su "caparazón". Nos volcamos a la tv, a la comida, a nuestro perro, a los libros de novela... para llenar "el vacío".


El diálogo se va perdiendo... ya no sabemos de qué hablar. O por el contrario, la persona que estuvo sola, habla tanto de golpe, que "satura", es un monólogo. No hay diálogo.


Qué será de las relaciones, si no las fomentamos... se irán dilatando, alejándose uno del otro, hasta que resulten ser seres extraños, a veces, viviendo bajo el mismo techo.


La soledad desmedida corroe. Invade como el mar bravío, provocando primero melancolía, cayendo en decaimiento y depresión.


Se extrañan los desayunos compartido y comentados. "Las visitas" entre familias amigas. Extrañamos ver llegar a los hijos. El tiempo los apremia... pero para eso está el celular.


Beatriz Albaladejo
Licenciada en Ciencias Políticas y Sociales