Señor director:

Cualquier estudiante de filosofía de primer año sabe que Platón definía tres almas: la racional, la irascible y concupiscible. A cada una la situaba en un lugar especial del cuerpo. La primera en la cabeza, la segunda en el pecho y la tercera en el abdomen. 
Aristóteles reconocía un alma.

Pero le atribuía diferentes funciones: la vegetativa, sensitiva y racional. Vemos que el alma era algo complejo y era este alma el que conocía.

Si tomamos el pensamiento cristiano, podemos ver que en varios versículos de los evangelios ante los hechos de Jesús, dice "y María lo guardaba en su corazón". En el mundo anglosajón "de memoria" se dice "by heart" es decir "de corazón".

El conocimiento era algo complejo hasta que en el año 1637. Reduce no sólo el alma sino al hombre mismo a un "ser racional", llegando a decir en el "Discurso del método" que "aunque el cuerpo no existiese, el alma no dejaría de ser todo lo que es". Aclarando que ese alma es el alma racional que piensa deductivamente no necesitando por ello el cuerpo.

Esta definición de ser humano como "ser racional" se ha mantenido hasta nuestros días, hasta que alguien se le ocurrió inventar "esto de la inteligencia emocional" como algo muy novedoso, siendo que en filosofía esto se sabe hace 2.400 años.
Lamentablemente los descubrimientos filosóficos son demasiados prematuros para el mundo y son olvidados, ya sea por temor o por incomprensión, basados en la ignorancia.

La inteligencia emocional es un caso, la ontología de moda en inteligencia artificial es otra. Por eso ante cualquier duda, consulte a su filósofo.