Señor director:
Cuando escuchamos la palabra "devaluación", asociamos este término a aspectos tan negativos como la inflación y los peores momentos que la sociedad vivió a lo largo de su historia. Pero este halo de negatividad, esconde un gran recurso de la política macroeconómica, sólo conocido por sus efectos en sus años 2002 al 2007. Para ser concreto, en el año 2001 (con el uno a uno), un paquete de azúcar en Argentina costaba 1 peso, es decir 1 dólar. Mientras que en el mercado internacional costaba 0,7 dólar.
En ese contexto era mejor importar que producir y Argentina estalló. Luego del estallido social, el dólar tocó los 3 pesos. Es decir que nuestros precios relativos disminuyeron a la tercera parte, porque la inflación en ese momento fue casi nula. En otros términos, el azúcar pasó a costar 0,3 centavos de dólar y siguió costando un peso. Esto le permitió al país ser competitivo a nivel internacional.
Lo que siguió fueron años de crecimiento económico a tasas chinas. Entonces creo que cuando hablamos de devaluación, debemos, necesariamente distinguir los dos tipos de devaluaciones que existen: la interna y la externa.
La devaluación interna refiere a la emisión monetaria por sobre el crecimiento económico. Esto deprecia la moneda y su efecto es el que conocemos como inflación.
La devaluación externa es el cambio de precios relativos que se logra modificando el tipo de cambio y su influencia es la competitividad o no con el mercado internacional.
Conclusión: mientras la devaluación interna es un gran flagelo para la economía, la devaluación externa es una formidable herramienta del desarrollo económico.