Señor director:

La esperanza renace cada día en un corazón cristiano. Y no me refiero a la esperanza de que surja inmediatamente una sociedad más justa en la que haya desaparecido la corrupción.

Tampoco pienso en que el convivir de los hombres se haga enseguida más humano, más cristiano. Lógicamente, la esperanza que mueve nuestros corazones en el vivir de cada día, anhela también eso, y cada uno en su lugar procuramos luchar para que no pasen siglos hasta conseguirlo.

Me refiero a esa esperanza que rebrota en el corazón, y nos anima a seguir luchando por un mundo mejor; cuando vemos que David vence de nuevo a Goliat.