Esta nota que pasaré a relatar no tiene pretensiones de ser un cuento de ficción, o sea que no es lo que le sucedió -con todo respeto y guardando la debida distancia-, a Gregorio Samsa en la "Metamorfosis'', de Kafka, ni al personaje de "El Inmortal'', de Borges. Además, la diferencia radica en que realmente ocurrió aquel día de julio de 1960 entre la 1 y las 2 de la madrugada. Ya forma parte de los hechos insólitos que tuvieron lugar en nuestra querida San Juan del siglo pasado. Imaginemos entonces lo que sintieron vecinos de Carpintería, en particular doña Antonia y don José, residentes de una modesta vivienda aledaña a la ruta 40. No le resultaba común despertarse por un bramido ensordecedor que no cesaba y no saber si se trataba del preludio de un movimiento subterráneo o una tormenta avanzando desde el Este cargada de truenos, piedras y rayos. Sea lo que sea, persignándose e invocando a la Santísima Trinidad y a la Virgen del Cerrillo, salieron a la calle. Allí se encontraron con un espectáculo fantasmagórico: una interminable fila de luces largas apuntando al Sur, camino a Mendoza. Justamente a la hora en que "la helada empieza a levantarse''. Se trataba de una formación de ómnibus de todas las líneas que prestaban servicio de transporte de pasajeros en la provincia. Pero el matrimonio ignoraba qué había causado semejante éxodo. Las 2 emisoras de radio que había por ese entonces - LV1 Radio Colón y LV5 Radio Sarmiento -, habían finalizado sus transmisiones, lo que aumentaba sus temores, al no saber qué sucedía en la ciudad. La tierra que levantaban los pesados vehículos en un camino sin pavimentar impedía una clara observación y ello contribuía a aumentar su desconcierto y justificados miedos, mientras los perros más que ladrar, aullaban. Lo peor fue cuando se dieron cuenta que nadie viajaba. Todo era posible en una noche misteriosa y tenebrosa para el vecindario que miraba desde lejos al igual que en Colonia Fiscal. Pero, cuál fue el motivo causante de semejante acción que mantuvo en vilo a la población. Lo que provocó el enojo de los propietarios de ómnibus fue que la Cámara de Diputados dispuso el 1 de julio de 1960 la caducidad de las concesiones de las empresas y facultó al Poder Ejecutivo a llamar a licitación para normalizar el servicio. El día 3 los propietarios tomaron la drástica medida a la que nos hemos referido. En verdad fue una pulseada que no permitió ganador y si lo hubo, fue una victoria a lo Pirro, porque dejó sorpresivamente sin poder trasladarse a sus ocupaciones o gestiones, a miles de usuarios. El epílogo fue la derrota de esos desconocidos que precisamente sostiene el sistema que les da sustento a uno y a otros. Finalmente no pasaron uno o dos días y se produjo el regreso de los colectiveros y aquí ¿nada pasó?