El "Negro" Sarmiento, en plena recuperación, junto a Marcela Tapia.


Personajes del barrio. En el nuestro, donde nací, lo teníamos al "Pollo" Valentín, el vagabundo que acompañó nuestra niñez y que en la lejanía recordamos con cariño. Porque estos hombres, cuando están sin los efectos del "vino triste" que suele acompañar sus horas, son seres mansos, y que muchas veces nos sorprenden con sus reflexiones sobre la vida, que nos hacen pensar que en algún momento se extraviaron de un camino que parecía mejor. Ya de grande, en el barrio donde decidí formar mi familia, mis hijos supieron del "Maguila" y el Marquitos, ya fallecidos, rutinarios habitantes de los bancos de nuestra plaza, y con los que se enredaron en nostálgicas anécdotas. Me di el gusto de escribir sobre ellos. Después, vino el "Negro" Sarmiento, más joven, también adicto a la bebida, pero con la característica de que no le gustaba vivir de la caridad ajena, sino que se buscaba el sustento con alguna changa. Limpiar veredas, cunetas, arreglar jardines y acarrear la basura resultante. Escribe sobre él una vecina nuestra, amiga de la escuela primaria, Marcela Tapia. "Alegrías que te da la vida. Compañero del primario, al que el alcohol le jugó una mala pasada. Un negro que tuvo más noches que Guillermo Cóppola, sabe de música como pocos, tuvo a su lado mujeres hermosas a las que no supo cuidar, como él dice. Siempre rodeado de "los amigos del campeón", que son los que no sirven y te sueltan la mano cuando estas hundido. Un día, saliendo de casa y ya de grandes, lo crucé con su carro pidiendo una changa para seguir. Se transformó en el barrio en el "negro Charly", que al recibir su paga salía contento para comprar su vino, con el cual ahogaba sus penas. Ya una vez perdido cantaba desde tango hasta rock. Y ahí quedaba, tirado, en la plaza, en una vereda o a la orilla de la calle, de donde lo tuve que levantar varias veces para que nadie se lo llevara puesto. Un día que lo senté a la orilla del cordón, entre lágrimas me dijo, "Negra, no quiero tomar más, quiero volver a mis Levis y a mis Topper". No sé cuánto tiempo charlamos, me dio un abrazo y me dijo "te lo prometo". Hoy lleva 15 meses, cumple a raja tabla su tratamiento y nos volvimos a dar un abrazo, tan fuerte como cuando pidió auxilio. Lo primero que me dijo fue "volví a mis Topper. Ya me falta menos para los Levis". Y siguió su camino. Lo esperaba una changa". Historias como éstas, son las que nos reconcilian con la vida. Es difícil salirse del infierno del alcohol, pero nuestro amigo lo está haciendo y enderezando hacia ese destino mejor, que se le extravió en algún recodo del camino.

Por Orlando Navarro
Periodista