Señor director:
Todavía se pueden sentir los ecos de la fiesta patria que pasó. Quizás porque la mayoría de los argentinos amamos esta semana histórica en la que se concretó la colocación de los cimientos de nuestra Nación Argentina. En ese sentido, siempre fue y es costumbre que para cada 25 de Mayo, el Día de la Patria, las sopaipillas hagan su aparición en cada desfile. De forma exitosa, esa exquisitez criolla es llevada en canastos, ya sea por alumnos, gauchos o paisanas, que reparten entre autoridades y público en general.
En todo acto escolar de cada escuela se representa cómo se gestó el primer grito de libertad frente al histórico Cabildo de Buenos Aires, y todos los personajes. Desde los próceres, que representaban al pueblo, las cintas celestes y blancas y todo un pueblo que exigía "saber de qué se trata". Y, como todo acto popular, los infaltables "vendedores ambulantes" como el negro mazamorrero, los vendedores de velas, el aguatero, la matrona vendiendo tortas fritas o sopaipillas formaban el escenario de ese 25 de Mayo, que se repite hace ya 207 años y es parte de nuestro folclore argentino.
El 25 de Mayo del año 1950 no fue distinto y a pocos días de haber asumido su segundo mandato como gobernador de la provincia, el Dr. Ruperto Godoy presidía el palco oficial, junto a su vice, el Dr. Elías Amado; su esposa, Elida Basualdo, también el obispo de aquella época, Dr. Audino Rodríguez y Olmos, entre otros, quienes recibieron de unos alumnos las clásicas sopaipillas, que con gratitud degustaron.
Pero el destino ya había decidido que, el 30 de mayo de 1950, tan sólo 5 días después, el gobernador, Ruperto Godoy, falleciera debido a un infarto, luego de celebrar, con los sanjuaninos, la fiesta patria. Esta muerte se lamentó mucho y estremeció a la ciudadanía, pues era un primer mandatario muy querido y respetado.